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La gasolina azerbaiyana como referéndum nacional armenio
21 de Diciembre de 2025

Azerbaiyán, que importa gasolina para sus propias necesidades (desde Rusia, Emiratos Árabes Unidos y Rumania), ahora exporta gasolina a Armenia. Es evidente que no se trata de una transacción económica, sino de algo completamente diferente y mucho más peligroso.

Para el gobierno de Nikol, esto representa un logro que intenta vender a la sociedad como paz, economía y solidaridad regional.

Del otro lado está la sociedad, cuyo comportamiento será en realidad el referéndum más auténtico. Una especie de plebiscito que puede responder a preguntas fundamentales.

Pero no debemos limitarnos a observar pasivamente esa reacción popular, sino trabajar activamente para moldearla.

La gasolina azerbaiyana como humillación nacional

Esto no es una cuestión de paz, ni de logística, ni de diversificación.

Se trata de un grave problema moral y ético. ¿Cómo podemos siquiera imaginar comprar gasolina de un país que hace apenas unos años aniquiló a toda una generación armenia, que hoy exige cadena perpetua para nuestros prisioneros de guerra, que destruye en tiempo real las magníficas ciudades y aldeas armenias de Artsaj, y que tiene planes de convertir el lago Sevan en "Goychay" y enviar 300,000 azerbaiyanos a nuestro territorio?

Parecen cuestiones obvias, pero para que la sociedad en general las comprenda y genere un comportamiento colectivo, las fuerzas políticas deben actuar correctamente.

La gasolina azerbaiyana es un verdadero referéndum: ¿somos capaces como sociedad de decir un "NO" organizado, o ya hemos dejado de existir y pueden imponernos cualquier cosa? Si no comprendemos y no actuamos ante algo tan elemental, mañana podrán imponernos lo que sea con un empaque atractivo.

Rechazar la gasolina azerbaiyana es una posición ciudadana, una demostración de dignidad nacional.

Puedo citar docenas de ejemplos en los que diferentes sociedades, en distintas épocas y con diversas motivaciones, han rechazado productos de determinados países: durante el apartheid, los productos sudafricanos; la producción israelí en el mundo árabe y otras regiones; el rechazo a productos turcos en Francia; productos estadounidenses en América Latina y Medio Oriente; el boicot a productos chinos por el uso de mano de obra infantil, entre otros. Por cierto, durante años muchos armenios de la diáspora boicotean las estaciones de servicio Lukoil para tener la tranquilidad de que con su dinero no están armando a Azerbaiyán contra Armenia.

Los temas, las cosas, los procesos deben conectarse: este es el problema de la élite o del liderazgo político, y el camino hacia la maduración de la sociedad.

Hay que explicar las conexiones a la sociedad en forma clara: defender la Santa Sede y rechazar la gasolina azerbaiyana están en la misma cadena.

Estoy seguro de que cientos de miles de consumidores se negarán a comprar gasolina azerbaiyana. Pero para que esto se convierta en una tendencia popular, hay que darle una formulación política. De lo contrario, ni los aliados ni los enemigos nos respetarán. En el propio Azerbaiyán nos convertiremos en objeto de burla durante décadas. Y en Armenia tampoco nos respetaremos a nosotros mismos.

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