El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ha vuelto a declarar sobre el supuesto “derecho de retorno de los azerbaiyanos desplazados forzosamente desde Armenia”.
Esto no es una agenda de paz.
Se trata, en realidad, de una demanda de reconfiguración del territorio de Armenia, cuyo objetivo profundo podría ser la imposición de algún tipo de coexistencia armenio-azerbaiyana dentro del actual territorio armenio.
Esta declaración demuestra que no existe una paz real.
Contrariamente a las afirmaciones de Nikol Pashinian y su círculo gubernamental, Bakú no está suavizando su posición, sino que la endurece día a día, buscando asegurar el máximo resultado unilateral.
Las razones tienen varios niveles:
Azerbaiyán intenta cerrar sus demandas fundamentales antes de finales de 2026, entendiendo que, ante un posible cambio de gobierno en Armenia, las posiciones negociadoras podrían cambiar radicalmente.
En esta fase, Bakú busca consolidar al máximo.
En las elecciones de 2026, el apoyo externo será decisivo para Pashinian.
Aliyev forma un nuevo paquete de demandas, dando a entender que cualquier apoyo estará condicionado a concesiones más profundas.
Esta es una palanca política directa dirigida tanto a Ereván como a los actores externos.
El debilitamiento del campo político interno y la ausencia de resistencia organizada son interpretados por Bakú como una señal de que Armenia carece actualmente de capacidad interna para resistir las presiones azerbaiyanas.
Esta convicción le permite a Aliyev expresar más abiertamente y con mayor dureza lo que antes planteaba con cautela.
Por cierto, en la neutralización de los centros de resistencia dentro de Armenia, el principal aliado de Aliyev es Pashinian.
Sus declaraciones están dirigidas tanto a Ereván como a Estados Unidos, Europa, Moscú y Ankara.
Aliyev busca consolidar la lógica de que:
“Las demandas de Azerbaiyán ya fueron planteadas desde hace tiempo, por lo tanto deben ser consideradas parte de la agenda negociadora”.
Así intenta que cualquier discusión futura comience desde una posición más favorable para él.
Sea cual sea el escenario, una cosa es evidente: el actual statu quo mantiene a Armenia dentro de un campo de presiones unilaterales, debilitantes y en expansión constante.
Las elecciones de 2026 no serán ordinarias.
Determinarán si Armenia continúa moviéndose en la dirección dictada por Azerbaiyán, o si recupera su subjetividad estatal y un posicionamiento digno.
Una paz basada en concesiones unilaterales no es paz.
Es simplemente presión transformada, con nuevas demandas y nuevas amenazas.