Por Suren Surenyants, analista político
El Patriarca Supremo y Katolikós de Todos los Armenios, Su Santidad Karekin II, ha convocado un Sínodo Episcopal para los días 10 al 12 de diciembre, tras las deliberaciones del Consejo Espiritual Supremo realizadas entre el 4 y 7 de noviembre. El encuentro abordará los recientes acontecimientos relacionados con la Santa Iglesia Apostólica Armenia y asuntos vinculados a la vida intraeclesial.
Sin exagerar, este sínodo tiene un significado crucial y representa un punto de inflexión para la institución milenaria.
Ya no se trata principalmente de cuestiones administrativas o disciplinarias corrientes. La Iglesia enfrenta una seria prueba a su orden canónico, autoridad y autonomía institucional, condicionada por presiones dirigidas desde el poder y la fragmentación interna resultante.
Diez obispos disidentes y desobedientes exigen la renuncia de Su Santidad, convirtiéndose de facto en instrumentos del gobierno. Sus acciones contradicen la tradición eclesiástica y están dirigidas a crear una fisura dentro de la Sede Madre.
Por otro lado, el Arzobispo Mikael Achabahian y el Arzobispo Bagrat Galstanian, quienes se encuentran privados de libertad, demandan cesar la actividad de los prelados que han manifestado comportamiento cismático, subrayando que sus acciones ya constituyen en sí mismas una sentencia sobre su estatus canónico.
Esta crisis interna se acompaña de presiones cada vez más severas aplicadas por el gobierno contra la Iglesia y Su Santidad, mediante mecanismos administrativos, propagandísticos y políticos. Todo esto está dirigido a debilitar la institución que durante siglos ha sido uno de los pilares de nuestra identidad y resistencia nacional.
1. Restauración del orden canónico: El sínodo restablece el orden interno y se aplican medidas apropiadas contra los obispos de comportamiento cismático. En este escenario, la Iglesia sale de la crisis relativamente unificada y con estabilidad interna.
2. Profundización de las líneas divisorias: Si los obispos disidentes no aceptan las decisiones del sínodo, el conflicto podría pasar a una fase de confrontación abierta. Para el gobierno, este es el desarrollo más conveniente, ya que la propaganda oficial utilizará la crisis eclesiástica presentándola como una "rebelión interna".
3. Gestión de la crisis: Si en las deliberaciones se encuentran mecanismos internos de consenso y resolución, es posible evitar el enfrentamiento abierto. En caso de compromisos, se preserva la unidad externa de la Iglesia y se neutraliza parte de las presiones.
En términos generales, sin una verdadera subjetividad y posicionamiento activo de la sociedad, es imposible detener la línea antieclesiástica y anticonstitucional de Nikol Pashinian.
El próximo Sínodo Episcopal se ha convertido en un frente crucial de resistencia nacional, de lucha constitucional y de medición de la autoconciencia de la sociedad.
El resultado final de este sínodo afectará sustancialmente no solo la vida interna de la Iglesia, sino también la lógica de los desarrollos políticos y sociales futuros de Armenia.
Nota del editor: La crisis que atraviesa la Iglesia Apostólica Armenia refleja las tensiones más amplias entre las instituciones tradicionales y el actual gobierno de Nikol Pashinian. El desenlace del sínodo de diciembre tendrá repercusiones que trascienden el ámbito religioso y definirán aspectos fundamentales del futuro político armenio.