El primer ministro Nikol Pashinian afirmó recientemente que la victoria de Contrato Cívico en las elecciones de Vagharshapat se explica porque la oposición “hablaba de apocalipsis”, mientras que el oficialismo transmitía un mensaje de “vida”. Incluso vaticinó que la misma dinámica se repetirá en las parlamentarias de 2026.
Resulta, como mínimo, sorprendente que sea precisamente Pashinian quien acuse a sus críticos de utilizar un discurso apocalíptico, cuando ha sido su propio gobierno el que ha llevado al país a una cadena completa de desastres nacionales.
Hoy, el “apocalipsis” no lo anuncia la oposición, sino la realidad creada durante los últimos seis años:
Pérdidas territoriales,
Graves pérdidas en el Ejército,
Despoblación total de Artsaj,
Nuevas amenazas en la frontera,
Colapso del sistema de seguridad nacional,
Deterioro sin precedentes de la posición internacional de Armenia.
Aun así, Pashinian insiste en presentar a Contrato Cívico como el único portador de “vida” y “paz” de cara a 2026, pese a que su administración se ha convertido en una de las más destructivas de la historia reciente de Armenia, tanto en pérdidas humanas como estatales.
Estamos ante una típica falsa dicotomía: “vida” con Contrato Cívico o “apocalipsis” sin Contrato Cívico.
La ciudadanía vive cada día las consecuencias de unas políticas que el gobierno intenta presentar como resultados de “paz” o “vida”.
Las elecciones de 2026 no repetirán la lógica de 2021.
En esos comicios, lo decisivo no serán los eslóganes, sino la vida que ha vivido la población y las consecuencias que ha sufrido el Estado.