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Opinion - Vladimir Martirosian, politólogo
Pashinian convierte la enemistad interna en pilar de su estrategia de poder
15 de Noviembre de 2025

Nikol Pashinian necesita objetos y sujetos de enemistad; sin un “enemigo” su existencia política se desvanece.

Los procesos políticos que tienen lugar hoy en Armenia requieren un análisis más profundo, explicación y divulgación pública. Es necesario abrir su lógica interna, su dinámica de poder y sus raíces institucionales para comprender su verdadero propósito, sus motivaciones y sus efectos sobre la vida pública.

En la última sesión de la Asamblea Nacional, Pashinian confirmó oficialmente lo que desde hace tiempo vengo señalando en mis análisis: anunció la institucionalización de la enemistad interna como mecanismo para conservar el poder. La inclinación a “crear un enemigo desde dentro” constituye el rasgo más orgánico del comportamiento político de Pashinian, ya no desde la perspectiva de la competencia política, sino como mecanismo psicológico y autoritario para mantenerse en el poder.

En los hechos, escuchamos el anuncio de un programa electoral basado en “la institucionalización de la enemistad interna como mecanismo de preservación del poder, y la oposición política convertida en ‘enemigo’ y no en competidor”. Pashinian ha construido una nueva base política: una comunidad cohesionada sobre la lógica de la enemistad, donde el apoyo al gobierno se mide no por la afinidad ideológica o de valores, sino por el grado de odio hacia el otro.

La reciente declaración de Pashinian, según la cual “las fuerzas de los segundos y terceros presidentes no deben estar en el Parlamento; ha llegado el momento”, no encaja de ninguna manera en la lógica de una competencia democrática. Tiene otra naturaleza: es una herramienta de polarización social y de construcción del “enemigo interno” por parte del gobierno.

Con este tipo de retórica, el primer ministro elimina la competencia política y la reemplaza con la exigencia de una monopolización parlamentaria. No propone un debate de ideas, sino una depuración ideológica y física del campo político, excluyendo a las fuerzas que recuerdan al pasado, representan un contrapeso o encarnan una alternativa. Se erige en una especie de “purificador” del espacio político que, en nombre de la justicia o del pueblo, define quién puede y quién no puede participar en los procesos políticos.

El voluntarismo se activa como modelo de pensamiento político. La expresión “ha llegado el momento” revela un enfoque voluntarista, es decir, arbitrario y no institucional. Según esta lógica, los procesos políticos dejan de someterse a la ley o a las reglas de la competencia y pasan a depender únicamente de la voluntad del líder.

Este tipo de psicología es propia de los dirigentes que identifican el mandato popular con un derecho personal, creyéndose los únicos portavoces legítimos del pueblo. El resultado es una lógica política de poder unipersonal, donde la disidencia se equipara con la traición y la oposición, con la enemistad.

Para Pashinian, la “necesidad del enemigo” es un pilar psicológico del gobierno autoritario. Los sistemas autoritarios no pueden existir sin un enemigo. El enemigo externo (Azerbaiyán, Turquía) había sido utilizado para la cohesión interna y la movilización. Pero ese instrumento ha perdido eficacia.

Por ello, Pashinian ha pasado al modelo de creación del enemigo interno, sustituyendo la amenaza externa por líneas divisorias dentro de la sociedad:

  • “Vieja” y “Nueva” Armenia,

  • el “pueblo liberado” y los “remanentes de los antiguos regímenes”,

  • “pueblo” y “antipueblo desposeído del poder”.

Con estas dicotomías construye una nueva legitimación del poder: no “nosotros contra los desafíos externos”, sino “nosotros contra aquellos que no se someten a nosotros”.

Esto tendrá profundas consecuencias políticas: institucionaliza la enemistad interna como política de Estado.
Cuando un gobierno utiliza las instituciones del Estado para diferenciar a los ciudadanos según su pasado, su presente político o su postura, destruye la unidad pública y la resiliencia institucional. Ese vacío se llena de miedo, desconfianza y hostilidad.

Así, Armenia se convierte en un campo de guerra psicológica contra su propio pueblo, donde el gobierno necesita siempre un “enemigo” para justificar su existencia.

Nikol Pashinian, como líder con pensamiento autocrático, no puede sobrevivir sin la existencia de un enemigo.
Como el enemigo externo ya no sirve a su agenda, lo ha reemplazado por un concepto de enemigo interno para mantener el control social mediante mecanismos de miedo, división y rechazo. Esta trayectoria acelera peligrosamente el camino hacia una crisis inevitable.

 

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