Las condenas solicitadas en Bakú contra Arayik Harutyunian, Davit Babaian y otros dirigentes de Artsaj no son simples decisiones judiciales. Son golpes dirigidos al corazón de nuestra identidad. Son un intento de borrar no solo a quienes gobernaron Artsaj, sino a todo un pueblo que resistió, trabajó, soñó y luchó por vivir en libertad.
Cuando pretenden encadenar a nuestros líderes, lo que buscan es encadenarnos a todos. Que tengamos miedo. Que bajemos la voz. Que dejemos de reclamar justicia. Pero si algo ha demostrado la historia es que el pueblo armenio no sabe vivir arrodillado.
Hoy más que nunca debemos recordarlo.
Este no es un momento para la resignación. Es un momento para la unidad, la acción colectiva y la movilización consciente. No con violencia, sino con organización. No con desesperanza, sino con claridad y fortaleza moral.
La comunidad armenia —en Armenia, en el Cáucaso, en Sudamérica, en Europa, en Medio Oriente, en cada rincón de la diáspora— tiene una responsabilidad histórica: sostener a los detenidos, acompañar a sus familias, y mantener viva la verdad de Artsaj.
Cada acto cuenta.
Cada palabra suma.
Cada presencia fortalece.
Organizarnos no es una opción: es un deber moral. Es el modo en que honramos a quienes hoy enfrentan cadenas perpetuas en juicios sin garantías. Es la manera en que resistimos a la tentativa de borrar Artsaj del mapa y de la memoria.
El silencio internacional duele, sí. Pero el silencio armenio sería imperdonable.
Nos toca hablar. Nos toca actuar. Nos toca exigir. Nos toca, una vez más, ser un pueblo unido frente a la injusticia.
Artsaj no cayó: fue arrancado.
Sus líderes no son criminales: son rehenes políticos.
Y nuestra comunidad tiene la fuerza —histórica, moral y humana— para impedir que su historia sea escrita por quienes buscan destruirla.
Hoy, desde estas páginas convoco a nuestra comunidad a mantenerse alerta, comprometida y activa. A transformar la indignación en energía organizativa. A levantar la voz donde otros intentan imponernos el silencio.
Por Artsaj.
Por nuestros presos.
Por nuestra memoria.
Por nuestra dignidad colectiva.