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Sábado 08 de Noviembre - Buenos Aires - Argentina
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Opinion - Hagop Avedikian, Ereván
Odio y racismo antiarmenio: la ideología estatal de Azerbaiyán
08 de Noviembre de 2025

Hace alrededor de sesenta años, Bagrát Ulubabian, Zori Balaian, Karapet Melik-Ohandjian y también Baruyr Sevak hicieron añicos, tanto en la prensa como, más importante aún, en el plano de la investigación científica, la teoría de Ziya Bunyátov. Hoy, esa visión racista ha hallado un renovado teórico y propagandista en la figura del autócrata Ilham Aliyev. En discursos recientes, incluido el pronunciado con motivo del 80º aniversario de la Academia de Ciencias de su país, Aliyev ha vuelto a sacar a relucir y ha intentado revalidar tesis que la comunidad científica había ya refutado, declarando ante Armenia y ante la comunidad internacional que el odio antiarmenio y el expansionismo forman parte de su ideología de Estado.

Aliyev, disfrazado de historiador, cartógrafo y filólogo, aplica con exactitud la vieja táctica de los pueblos turco-mangues que desde las estepas de Asia central pusieron en práctica la ocupación: primero apropiarse psicológicamente del lugar —rebautizarlo— y luego arrebatárselo por la fuerza. Ya en la antesala de la toma de Constantinopla, los nuevos conquistadores llamaban a la ciudad “Estambul”, apropiándose y transformando el nombre, como explica Hrachia Acharian. Esa misma práctica se repitió, con iguales consecuencias, en todas las tierras que ocuparon: así ocurrió en las provincias occidentales de Armenia y, tras el Genocidio, con mayor intensidad y continuidad hasta nuestros días.

Los parientes de aquellos otomanos, asentados en el Azerbaiyán histórico, reprodujeron igual conducta en la Armenia oriental, incluida Artsaj, y hoy, dirigidos por su gobernante, continúan la política de usurpación. Tres días atrás Aliyev afirmó que “el nombre Sevan no aparece en los mapas rusos”, por lo que debe llamarse “Gökche” (Gökche-göl); declaró que “Ereván” debería ser “Erivan”; negó la existencia histórica de nombres como “Gegama tsov” o “Gegarkunik”; y, acto seguido, avanzó a la segunda fase de la estrategia turca: negar que en esas tierras hubiera una población armenia testimonial y afirmar que fue el Imperio ruso quien las creó y que los armenios “nuevos” expulsaron a centenares de miles de azeríes. Ahora, dice Aliyev, ha llegado la hora del “retorno”: «nuestro pueblo regresará», afirmó, no con tanques, añadió con aparente benevolencia, sino “en automóviles” (antes había hablado de “a pie”).

No es tiempo de disputas ingeniosas sobre quién es más “antiguo”, si la Coca-Cola o un Estado moderno; la historia le da a cada cosa su lugar y a nuestros milenios su magnitud. Lo esencial ahora es escuchar lo que no se dijo explícitamente en esas palabras de Aliyev: la continuidad de una política de despojo, la amenaza y el ultimátum.

El odio antiarmenio, el racismo y el expansionismo constituyen, según lo expresado por su propio presidente, la ideología de Estado de Azerbaiyán. Esa realidad no se transformará por documentos “de corredor” ni por llamados a mediaciones externas, sea desde la Casa Blanca o desde otros foros, sino que exige una lección que la historia nos ha enseñado: para prevenir la amenaza, es imprescindible defenderse, responder y, si hace falta, infligir un golpe que impida nuevas agresiones. El adversario, como bien sabe la experiencia histórica, entiende solo esa lengua.

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