Bajo el título «La “revolución espiritual” de Pashinian como consecuencia de la destrucción del Estado laico», el analista político Suren Surenyants ha examinado las raíces y los objetivos de la actual campaña de persecución y hostigamiento contra la Iglesia.
En la misa celebrada el domingo (02/11/2025) en Hovhannavank se observó una concurrencia significativamente menor que la del domingo anterior. Sin embargo, la disminución del interés público no llevó a las autoridades a moderar su postura, sino que se convirtió en una señal para intensificar su retórica antieclesiástica y anticonstitucional.
Por segunda vez, Nikol Pashinian asistió a una liturgia oficiada por Stepan Asatrian (antiguamente el padre Aram), quien fue suspendido de su ministerio sacerdotal, desafiando abiertamente los cánones de la Iglesia Apostólica Armenia y violando el principio constitucional del carácter laico del Estado.
El Santo Sínodo de San Etchmiadzin ya había calificado este acto, la semana pasada, como una “iniciativa espiritualmente destructiva”, subrayando que no se trata de una manifestación de fe, sino de un intento de fracturar la Iglesia y establecer control político sobre la institución espiritual.
Hoy, en un mensaje difundido por video, Pashinian volvió a hablar de la “liberación” de San Etchmiadzin, presentando su iniciativa política como parte de una supuesta “renovación espiritual”. En realidad, se trata de un fallido intento por encontrar una nueva fuente de legitimidad en medio de la pérdida de confianza pública.
Cualquier gobierno razonable, al enfrentarse con resistencia social y un evidente descenso en la confianza ciudadana, habría abandonado semejante aventura peligrosa. Pero la administración de Pashinian opera bajo una lógica distinta: reemplaza los fracasos políticos con manipulaciones de carácter religioso.
La transmisión en directo por la televisión pública de la misa en Hovhannavank fue una clara muestra de ello: el Estado utiliza sus medios no para informar, sino para propagar mensajes oficiales y polarizar a la sociedad.
Ya es evidente que este proceso no se limitará a gestos simbólicos.
En su siguiente fase, el gobierno de Pashinian intentará presentar a San Etchmiadzin como el núcleo del “viejo sistema” y justificar una intervención coercitiva en el ámbito eclesiástico. El objetivo final sigue siendo el mismo: el Katolikós de Todos los Armenios.
La represión contra la Iglesia destruye el carácter laico del Estado y socava sus fundamentos constitucionales.
Pashinian solo podría tener éxito si la oposición cae en la trampa de la confrontación directa, alimentando así sus represalias ilegales.
Por el contrario, si el campo opositor logra formular una agenda alternativa, unificar a la sociedad y aislar a Pashinian en su pantano anticonstitucional, este proceso podría marcar el principio del fin político del gobierno.
La Iglesia, por su parte, debe librar su batalla no mediante reacciones frontales, sino a través del tiempo, la serenidad y la comunicación eficaz con la sociedad, mostrando dignidad, prudencia y capacidad de renovación interna.
La destrucción de un Estado laico comienza exactamente en el momento en que el poder político se arroga el derecho de decidir quién es un “verdadero creyente”. Un gobierno que cruza esa línea ya no puede proteger ni la fe ni el Estado.
Lo que impulsa Pashinian no es un movimiento espiritual, sino un proceso de desmantelamiento de las instituciones del Estado.