Los tiempos estalinistas-berianos han regresado a Armenia.
No, todavía no están demoliendo iglesias —esa tarea se la han dejado a Allahshükür Pashazade—, pero se persigue con determinación a sacerdotes, benefactores y creyentes: allanamientos, arrestos, causas judiciales fabricadas, detenciones arbitrarias por los órganos de investigación, y juicios donde los siervos de Dios son sentados en el banquillo de los acusados, amontonados en los calabozos del NSS (Servicio de Seguridad Nacional) y otras prisiones.
Es muy probable que pronto se prohíba encender velas, depositar limosnas en las alcancías de las iglesias, y se congelen las cuentas bancarias del San Echmiadzin y de las diócesis, para confiscar los fondos en beneficio del presupuesto estatal, más precisamente, de la fundación “Mi Paso” y otros fondos familiares.
Finalmente, llegará el asalto decisivo contra la Residencia Patriarcal: el arresto del Katolikós de todos los armenios y la elección de un nuevo patriarca, coincidiendo con las elecciones municipales de Vagharshapat.
Ese sería el verdadero colofón de la era “nikoliana”, de la Cuarta República de Armenia.
Nuestro gobierno se lo ha ganado: ¡cuánto esfuerzo ha puesto el propietario del gobierno en enseñar al Katolikós y a los altos jerarcas de la Iglesia qué significa el celibato y la pureza espiritual!
Aquellos clérigos que aún no han asimilado esas “lecciones” —entre ellos el arzobispo Bagrat Galstanian y el arzobispo Mikael Ajapahian— han sido recientemente acompañados por el obispo Mkrtich Proshian, de la diócesis de Aragatsotn.
Y es probable que otros sigan su ejemplo: permanecerán en prisión hasta que “aprendan bien la lección”. Esa misma lógica se extiende también a los benefactores laicos, encabezados por Samuel Karapetian, quien continúa empeñado en “ver las cosas a su manera”, actitud que, según la justicia “imparcial” de nuestro país, equivale a una tentativa de rebelión o de golpe de Estado armado. Por tal motivo, su detención ha sido prorrogada por dos meses más.
La obstinación de los altos clérigos parece haber contagiado también a los sacerdotes de rango inferior, nuestro “solícito” propietario del gobierno ha decidido incluirlos en los trabajos de reeducación: ya han comenzado los arrestos en Odzun, Mughni, Ereván y otros lugares.
Son ya trece los sacerdotes detenidos, quienes —según fuentes no confirmadas— habrían declarado sentirse honrados y agradecidos por la oportunidad de descansar y recuperarse un poco.
Sostienen que los oficios litúrgicos pueden ser asumidos por los diáconos y diaconisas, mientras que los sacramentos del bautismo y del matrimonio podrían quedar bajo la responsabilidad de los asistentes del altar y de las servidoras de la iglesia.
Según comentan, lo más complicado son los funerales y los entierros; aunque incluso para eso hay ejemplos históricos: desde el Genocidio hasta Bakú, Kirovabad, Sumgait, Maraga y otras tragedias. En tales casos, basta con entregar al difunto a la tierra, rezar un “Padre Nuestro”, hacer la señal de la cruz y conservar su recuerdo en el corazón.
Todo indica que la siguiente etapa de la persecución contra la Iglesia Apostólica Armenia será el cierre progresivo de iglesias y espacios de oración —a los que, en la jerga nikoliana, se refiere despectivamente como “trasteros”—, uno a uno, cruz a cruz, altar a altar.
Después de todo, ya existe un precedente: el vendaval represivo de los años de Stalin y Beria.