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PREMIO MEJOR MEDIO DE PRENSA PUBLICADO EN LENGUA EXTRANJERA - MINISTERIO DE LA DIASPORA DE ARMENIA 2015
Opinion - Editorial
Armenia, 34 años de independencia: entre la memoria y la urgencia
21 de Septiembre de 2025

El 21 de septiembre de 1991, el pueblo armenio recuperó su independencia mediante un referéndum abrumadoramente favorable, tras siete décadas de sometimiento a Moscú. Aquella decisión no fue un punto de partida arbitrario, sino la continuación histórica de la Primera República de 1918 —nacida gracias a las victorias de Sardarabad, Bash-Abaran y Karakilise—, que en 1920 se vio obligada a enfrentar un dilema trágico: sucumbir ante la invasión turca, que amenazaba con reanudar las masacres, o aceptar la sovietización. La independencia se perdió entonces, pero esa cesión permitió, al menos, preservar la existencia física de la nación frente al exterminio.

Setenta años después, con la caída de la URSS, Armenia volvió a elegir la libertad.

El 34º aniversario de aquella decisión nos invita a preguntarnos: ¿qué se ha hecho con esa independencia recuperada? Las promesas de desarrollo, estabilidad y prosperidad siguen inconclusas. La República está marcada por crisis políticas recurrentes, emigración masiva, dependencia estratégica y una economía frágil que no logra retener a sus jóvenes. Los supuestos “logros” —aislados en nichos tecnológicos o reflejados en estadísticas parciales— no compensan la ausencia de un proyecto nacional coherente ni la desigualdad social que erosiona la cohesión interna.

La derrota en Artsaj, la pérdida de territorios históricos y el desplazamiento forzado de decenas de miles de armenios han desnudado la vulnerabilidad estructural del Estado. La injerencia de potencias extranjeras y la incapacidad de las dirigencias para defender los intereses nacionales evidencian una verdad incómoda: la independencia no se sostiene con ceremonias ni discursos, sino con soberanía real, unidad estratégica y decisiones firmes.

Conmemorar este aniversario debe ser, ante todo, un acto de honestidad colectiva. Armenia no puede conformarse con sobrevivir; debe construir futuro. Frenar el éxodo demográfico, diversificar la economía, blindar las instituciones contra la corrupción y afirmar una política exterior verdaderamente autónoma son tareas ineludibles —no opcionales— para la supervivencia nacional.

En este desafío, la diáspora no puede ser mera espectadora. Su voz, sus recursos y su compromiso político son indispensables para sostener a la república y exigir a sus dirigentes un rumbo claro, coherente y profundamente nacional. Armenia solo será verdaderamente libre e independiente, si cada armenio —dentro y fuera de sus fronteras— asume que la independencia no es un recuerdo glorioso, sino una causa viva que exige unidad, coraje y acción constante.

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