El embajador Sardar Kilic, representante turco en el grupo de negociaciones entre Armenia y Turquía, probablemente visite pronto Armenia al frente de una delegación, según recientes informes de medios turcos y armenios, con el objetivo de reunirse con dirigentes del gobierno armenio. A medida que avanzan las relaciones armenio-azerbaiyanas, también lo hacen las relaciones armenio-turcas. Esta visita señala una nueva fase activa en el vínculo entre Armenia y Turquía, y la opinión pública aguarda posibles declaraciones, que podrían incluir la firma preliminar de protocolos o acuerdos sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas o la apertura de fronteras, cerradas por Turquía desde la década de 1990.
El proceso actual difiere de los intentos previos de normalización en que carece de mediadores o de iniciativas de diplomacia pública. Desde 1991, Estados Unidos fue el principal mediador en estos esfuerzos. Las administraciones de Bush padre, Clinton, Obama y Biden recurrieron en gran medida a la diplomacia tras bambalinas, aunque también hubo declaraciones públicas. La participación activa de Hillary Clinton como secretaria de Estado durante el gobierno de Obama fue especialmente destacada. Actualmente, no hay información pública que indique una participación estadounidense en el proceso en curso entre Armenia y Turquía. Sin embargo, no puede descartarse que esa presencia continúe de manera reservada.
La ausencia de un mediador representa un desafío para Armenia, ya que el desequilibrio de poder con Turquía puede presionarla hacia concesiones unilaterales. Turquía es una potencia regional consolidada con amplia experiencia diplomática. De hecho, si Armenia cumple con todas las condiciones previas de Turquía (que incluyen también las de Azerbaiyán), el término mismo de “negociaciones” se vuelve cuestionable, ya que se trataría de una concesión unilateral equivalente a una capitulación diplomática.
El desequilibrio se refleja en la trayectoria de los principales negociadores: el embajador Kilic y el vicepresidente del Parlamento armenio, Ruben Rubinian. Kilic es un diplomático de carrera que fue embajador de Turquía en Estados Unidos, donde se lo consideraba activo y eficaz. Rubinian, en cambio, carece de experiencia diplomática previa, habiendo sido designado viceministro de Relaciones Exteriores tras la revolución de 2018 sin preparación específica.
Recientemente, Rubinian declaró que no ve razón alguna para que la parte turca retrase la apertura de las fronteras. Sin embargo, surgen muchas preguntas. En primer lugar, es muy probable que Turquía espere hasta que las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán estén completamente normalizadas. Es cierto que Armenia se prepara para modificar su constitución, pero difícilmente Turquía y Azerbaiyán quieran dar pasos concretos hasta que Armenia lo haya hecho efectivamente. Desde este punto de vista, cabe preguntarse por qué Turquía no debería retrasar la apertura de la frontera hasta recibir la luz verde de Bakú.
Rubinian afirma que Armenia está lista para abrir las fronteras y establecer relaciones diplomáticas mañana mismo. Por supuesto, todos saben que Armenia ha estado preparada para ello desde 1991, pero la frontera fue cerrada unilateralmente por Turquía, y el establecimiento de relaciones diplomáticas ha sido constantemente bloqueado tanto por Turquía como por Azerbaiyán. Rubinian no parece darse cuenta de que este proceso no depende de lo que él negocie, sino exclusivamente de que Armenia cumpla con todas las condiciones previas. En cuanto a la visita de Kilic, la última reunión de los negociadores tuvo lugar en Turquía; ahora el anfitrión debería ser el lado armenio. Probablemente, después de la firma de declaraciones en Washington por parte de Armenia y Azerbaiyán, Ereván y Ankara trabajen en precisar algunos de sus propios temas.
Dado que Turquía ha esperado 35 años a que Armenia cumpla con las condiciones necesarias, la pregunta sigue en pie: ¿por qué abrir las fronteras ahora, y no esperar hasta que Armenia modifique su constitución? Turquía no le debe nada a nadie y debería avanzar solo si confía plenamente en el compromiso de Armenia con la reforma constitucional y en su ratificación exitosa mediante referéndum. Incluso en ese caso, Turquía podría abrir la frontera para bienes o ciudadanos de terceros países, pero no existe un motivo claro para hacerlo.