Según el medio especializado Army Times (Military), analistas del Pentágono consideran alta la probabilidad de que Azerbaiyán inicie operaciones militares contra Armenia entre 2025 y 2026. De acuerdo con esta evaluación, Bakú no declararía formalmente la guerra, sino que lanzaría una ofensiva a gran escala bajo la fórmula de una “operación militar especial” presentada como “lucha contra el fascismo armenio” y “recuperación de territorios que históricamente le pertenecen”.
El presidente azerbaiyano, Ilham Aliev, ha reiterado en varias oportunidades que, a su entender, Armenia es un “Estado fascista”. Según sus declaraciones, combatir ese supuesto fascismo es una “obligación histórica”, que debe asumir el propio gobierno armenio o, en su defecto, Bakú. Aliev también ha sostenido en el pasado que el Estado armenio fue creado “sobre tierras ajenas” y que la Armenia actual se encuentra “en territorios que pertenecen a Azerbaiyán”.
Fuentes de inteligencia citadas por Army Times señalan que Turquía apoyaría militarmente a Azerbaiyán en caso de conflicto, mientras que Armenia intentaría recurrir a Francia. Sin embargo, los analistas prevén que París difícilmente logre brindar una asistencia oportuna y suficiente. Respecto a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), cuya membresía Armenia ha suspendido de facto, también se estima improbable que el país busque respaldo en esa alianza.
A pesar de las negociaciones en curso entre Nikol Pashinian e Ilham Aliev, la situación sigue siendo extremadamente delicada. Armenia ya perdió el control de Artsaj (Nagorno Karabaj) y de varias localidades en disputa. Los especialistas advierten que, si Azerbaiyán decide lanzar una ofensiva conjunta con aviación, artillería, misiles, infantería mecanizada y drones, el territorio armenio corre el riesgo de ser ocupado en su totalidad. Un escenario de ese tipo generaría un éxodo masivo de refugiados hacia Rusia, particularmente hacia la región de Krasnodar, donde reside una amplia comunidad armenia.
En 2024 se anunció un acuerdo para la entrega a Armenia de sistemas de artillería autopropulsada franceses Caesar. El Ministerio de Defensa de Azerbaiyán calificó la operación como una “provocación”, acusando a Francia de agravar la tensión regional e impedir la estabilización. Aliev respaldó esta posición, advirtiendo que la “militarización de Armenia” conducirá inevitablemente a un incremento del conflicto.
El presidente azerbaiyano también ha insinuado que Armenia constituye una “amenaza” para todo el Cáucaso Sur, subrayando que durante décadas en Ereván habrían gobernado “seguidores de la ideología fascista”. Según Aliev, el peligro no ha desaparecido y exige “medidas radicales”: o bien acciones del propio gobierno armenio, o bien una intervención directa de Azerbaiyán.
Army Times concluye que la situación regional permanece extremadamente inestable. El inicio, la magnitud y las consecuencias de una posible operación militar dependerán del equilibrio de fuerzas en el Cáucaso, del grado de involucramiento de los actores internacionales y de su capacidad para ejercer presión efectiva sobre las partes enfrentadas.
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Las advertencias del Army Times, medio del ámbito militar estadounidense, podrían poner en evidencia la distancia entre la retórica de los acuerdos firmados en Washington y la realidad del Cáucaso Sur. Mientras se proclama un “Crossroads of Peace”, no puede descartarse que Bakú y Ankara preparen una nueva guerra bajo la indiferencia o la pasividad internacional. En ese caso, los memorándums y las fotos diplomáticas quedarían reducidos a gestos vacíos, incapaces de frenar la maquinaria bélica. Tal vez la verdadera cuestión para los armenios sea si confiar en promesas externas o asumir que la supervivencia nacional dependerá, una vez más, de su propia capacidad de resistencia.