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Sábado 23 de Agosto - Buenos Aires - Argentina
PREMIO MEJOR MEDIO DE PRENSA PUBLICADO EN LENGUA EXTRANJERA - MINISTERIO DE LA DIASPORA DE ARMENIA 2015
Opinion - Ara Poghosian, politólogo
Solo Erdogán necesita al dictador Aliyev
20 de Agosto de 2025
 

Quiero contarles un "secreto"

En este momento, se está exagerando artificialmente la influencia y el peso político de Azerbaiyán. Se ha construido una narrativa que presenta al país como un actor emergente y poderoso en el Cáucaso del Sur. Sin embargo, esa imagen es engañosa. La economía azerbaiyana, profundamente dependiente del comercio de petróleo y gas, estaría enfrentando colapsos económicos si no fuera por los flujos energéticos internacionales.

Pero no todo favorece a Azerbaiyán. De hecho, durante décadas, el país ha funcionado como un instrumento estratégico de contrapeso para distintas potencias globales:

  • Para China, como un punto de equilibrio frente a la creciente influencia india en la región;
  • Para Israel, como plataforma geopolítica para contrarrestar Irán y asegurar el transporte sin obstáculos de los recursos energéticos de Bakú hacia sus territorios;
  • Para Rusia, como herramienta para mantener bajo su influencia todo el Cáucaso del Sur, evitando que otras potencias se consoliden en la zona;
  • Para Estados Unidos, como vía clave para acceder a las riquezas del Mar Caspio y exportarlas a Europa a través de Georgia, así como para proyectar influencia en Asia Central, limitando el espacio imperial ruso y frustrando sus ambiciones de expansión;
  • Para Europa, como componente estratégico —aunque secundario— en la cadena de suministro energético, especialmente en momentos de tensión con Rusia.

Estos intereses geopolíticos, energéticos y estratégicos están siendo actualmente reconfigurados. El mundo cambia: los intereses se transforman, las relaciones entre estados evolucionan y las zonas de conflicto se desplazan. Los giros estratégicos globales también modifican la percepción sobre las antiguas áreas de importancia estratégica. Y en este nuevo escenario, Azerbaiyán ya no goza de la misma posición privilegiada.

Además, hay un factor decisivo que no debe subestimarse: el presidente Ilham Aliyev depende de manera casi absoluta del apoyo de Recep Tayyip Erdoğan. No solo para legitimar su régimen, sino también para avanzar en los planes pan-turcos que el líder turco ha promovido desde hace años. En ese contexto, todo puede ocurrir. La alianza con Turquía, aunque útil en el corto plazo, podría convertirse en una trampa estratégica si las tensiones entre Ankara y Occidente aumentan o si las prioridades de Erdogan cambian.

Por lo tanto, tras la fachada de potencia regional, Azerbaiyán sigue siendo un actor subordinado a intereses extranjeros, cuya estabilidad y autonomía dependen de factores externos que pueden volverse inestables en cualquier momento.

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