Cuando la derrota, la pérdida y la concesión se presentan como victoria, envueltas en una falsa promesa de paz y bienestar, esto exige no una aceptación indiferente o desprecio, sino prudencia. Debe ser una llamada de atención para todos aquellos dispuestos a mirar más allá de la superficie, más allá de los titulares de hoy y mañana, y a profundizar en los flujos de la historia, imaginando el futuro.
Hoy, Armenia se encuentra atrapada entre dos procesos paralelos: uno, más visible y tangible; el otro, más oculto y sutil. En el terreno, el país ha sufrido devastadores golpes geopolíticos: la pérdida total de Artsaj, la concesión del corredor a Azerbaiyán, la pérdida de territorios fronterizos y la amenaza de nuevas ocupaciones. Estos no son fenómenos o desarrollos aislados; juntos significan el desmantelamiento de la profundidad estratégica y la seguridad física de Armenia.
Al mismo tiempo, hay una campaña más silenciosa, pero no menos peligrosa, dirigida a la erosión de la identidad y los valores de Armenia. La aspiración de cambiar la Constitución, los intentos de eliminar el monte Ararat del escudo nacional, el debilitamiento de la Iglesia Apostólica Armenia, la reescritura de los libros de historia, la etiquetación de los anhelos nacionales como "revanchistas" e incluso la minimización del Genocidio, no son meros cambios cosméticos. Atacan las raíces de la memoria colectiva de Armenia, el espíritu de resistencia y las bases morales de defensa. La nación no sobrevive solo manteniendo territorio; sobrevive conservando el espíritu de resistencia, nutriendo sus símbolos y recordando la verdad del pasado. Cuando estos pilares se desmoronan, el pueblo se desarma desde adentro.
Esta combinación de retroceso territorial y erosión de valores representa una amenaza para la supervivencia a largo plazo de Armenia. La soberanía sin identidad es vacía, mientras que la identidad sin soberanía no es duradera. Si este curso no se revierte, el futuro será paradójico: Armenia puede continuar existiendo como un concepto geográfico, pero nosotros, los armenios, nos pondremos en peligro de convertirnos en extranjeros en nuestra propia patria. Se formará una "Armenia no armenia", donde otros trazarán fronteras, reescribirán la historia y redefinirán los valores.
Las naciones rara vez desaparecen de inmediato; se desvanecen. El peligro puede no ser que Armenia pueda desaparecer, sino que puede continuar existiendo despojada de la esencia misma que la hace armenia.
Vardan Oskanyan, exministro de Relaciones Exteriores de Armenia.
