SECCIONES
ARMENIA
LOCALES
DIÁSPORA
UGAB
INSTITUCIONES
EMPRENDIMIENTOS Y PYMES
OPINION
AGENDA
SOCIALES
EDICIONES
Temp.: -
Hum.: -
Sábado 23 de Agosto - Buenos Aires - Argentina
PREMIO MEJOR MEDIO DE PRENSA PUBLICADO EN LENGUA EXTRANJERA - MINISTERIO DE LA DIASPORA DE ARMENIA 2015
Opinion - Sergio Nahabetian, director diario Sardarabad
Armenia y la diáspora: la unión pendiente
21 de Agosto de 2025

Desde hace décadas, se repite una certeza: Armenia y su diáspora se necesitan mutuamente. Sin embargo, a pesar de los discursos y las buenas intenciones, esa relación profunda, orgánica y recíproca aún no se materializó del todo. La pregunta surge sola: ¿por qué hasta ahora esto no se hizo?

El peso de la historia

La diáspora moderna nació del Genocidio Armenio de 1915. Los sobrevivientes se dispersaron por Medio Oriente, Europa y América con un objetivo claro: sobrevivir y mantener viva la memoria. Durante décadas, las comunidades se organizaron en torno a escuelas, iglesias, asociaciones y la lucha por el reconocimiento del Genocidio. La prioridad fue conservar la identidad y reclamar justicia, más que construir un vínculo concreto con una Armenia que, además, estaba lejos y bajo dominio soviético.

El muro soviético

Durante setenta años, Armenia formó parte de la Unión Soviética. Eso significó aislamiento: la diáspora no podía relacionarse libremente con la patria, y Armenia no podía abrirse hacia sus hijos dispersos. Hubo contactos, sí, pero siempre filtrados por la lógica del régimen comunista. Armenia y la diáspora crecieron, en gran medida, de espaldas una a la otra.

Después de la independencia

Con la independencia de 1991, se abrió una nueva etapa. La esperanza era enorme: Armenia libre significaba, para muchos, la posibilidad de reencontrarse con la patria soñada. Sin embargo, la realidad fue distinta.

  • Desde Armenia, algunos veían a la diáspora como “externos” que opinaban desde lejos.

  • Desde la diáspora, se criticaba la corrupción, la inestabilidad política y la falta de apertura real.

La desconfianza mutua frenó el camino hacia una relación más sólida.

La distancia emocional

A eso se sumó la distancia geográfica y emocional. Para miles de jóvenes de la diáspora, Armenia fue un nombre, un mito, un recuerdo heredado, pero no una experiencia personal. Faltaron programas sostenidos de intercambio y oportunidades concretas para que cada armenio de la diáspora pudiera sentir que Armenia también era suya.

Una relación asimétrica 

El vínculo se mantuvo, pero de manera unilateral: la diáspora apoyando con recursos económicos, lobby político y solidaridad en tiempos de crisis; y Armenia recibiendo. Faltó pensar esta relación como un ida y vuelta verdadero, donde también la patria nutra, inspire y dé sentido a la vida armenia en la diáspora.

¿Qué hacer ahora?

Hoy, tras la guerra de 2020 y la pérdida de Artsaj, esta relación pendiente se vuelve cuestión de supervivencia nacional. Armenia no puede prescindir de la diáspora, y la diáspora no puede subsistir sin Armenia como referencia. Lo que no se hizo en décadas pasadas —por obstáculos históricos, políticos y culturales— se convierte ahora en una necesidad urgente.

Para transformar la promesa en realidad, se requieren pasos concretos:

  1. Un Consejo Permanente Armenia–Diáspora
    Un espacio institucional estable donde representantes de Armenia y de las principales comunidades de la diáspora planifiquen juntos políticas nacionales: desde educación y cultura hasta economía y defensa. La relación debe dejar de ser ocasional y pasar a ser política de Estado.

  2. Programas de conexión juvenil
    Cada joven de la diáspora debería tener la posibilidad de viajar a Armenia al menos una vez en su vida: para estudiar, hacer voluntariado o trabajar temporalmente. La experiencia directa convierte a Armenia en algo real.

  3. Armenia como motor cultural
    El Estado armenio y sus instituciones pueden generar plataformas digitales y programas educativos para la diáspora: clases de idioma, historia y cultura transmitidas online desde Ereván hacia Buenos Aires, Los Ángeles o Marsella.

  4. Economía compartida
    La diáspora puede ser motor de desarrollo económico, pero para eso se necesitan condiciones claras: incentivos para inversiones, proyectos de infraestructura y startups que combinen capital de la diáspora con mano de obra y conocimiento local.

  5. Comunicación honesta y constante
    La relación no puede basarse solo en llamados en tiempos de crisis. Hace falta un diálogo sincero y permanente: Armenia debe escuchar a la diáspora, y la diáspora debe comprometerse a acompañar a Armenia en sus problemas reales, no solo en sus símbolos.

Una urgencia compartida

La realidad es clara: Armenia sin su diáspora está incompleta; la diáspora sin Armenia pierde sentido. Lo que hasta ahora fue un vínculo más simbólico que real debe transformarse en una estrategia de supervivencia nacional.

El tiempo de las excusas terminó. El pueblo armenio enfrenta un momento crítico de su historia reciente. Por eso, el desafío ya no es repetir que “Armenia y la diáspora se necesitan”, sino construir, desde hoy, los mecanismos concretos para caminar juntos.

Porque lo que está en juego no es solo el futuro de un Estado o de unas comunidades, sino la continuidad misma de un pueblo que, a pesar de la dispersión, nunca dejó de ser uno.

 

 

Más leídas