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Opinion - El corredor que divide antes de unir
Por Sergio Nahabetian, director diario Sardarabad
12 de Agosto de 2025

La reciente firma del preacuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán contempla la apertura de un corredor terrestre a través de la provincia armenia de Syunik. Esta ruta conectará el territorio principal de Azerbaiyán con la República Autónoma de Najicheván —un enclave separado por territorio armenio— y marca un hito en las relaciones bilaterales. Por primera vez desde el inicio del conflicto en la década de 1980, ambas partes parecen avanzar hacia una normalización formal de sus vínculos.

Sin embargo, más allá del simbolismo diplomático, el alcance real de este entendimiento, sus implicancias geopolíticas y su impacto en la soberanía nacional siguen generando intensos debates dentro de Armenia, la diáspora y la comunidad internacional.

Un corredor con historia: precedentes internacionales

El concepto de establecer corredores de tránsito a través de territorios de terceros países no es nuevo. A lo largo del siglo XX y XXI, varios acuerdos buscaron facilitar el comercio, la conectividad o la estabilidad regional. Su éxito, sin embargo, ha dependido no solo de la letra del tratado, sino del contexto político, la confianza mutua y el cumplimiento real de las partes.

Algunos casos emblemáticos:

  • Corredor de Danzig (1919 – Tratado de Versalles)
    Tras la Primera Guerra Mundial, Polonia obtuvo acceso al mar Báltico a través del corredor de Danzig, bajo administración de la Sociedad de Naciones. Concebido como solución logística, se convirtió en un foco de tensiones entre Alemania y Polonia, alimentando el resentimiento nazi y contribuyendo al estallido de la Segunda Guerra Mundial.

  • Puente aéreo de Berlín (1948–1949)
    Durante la Guerra Fría, Occidente mantuvo un corredor aéreo sobre territorio controlado por la URSS para abastecer a Berlín Occidental. Aunque no fue terrestre, demostró que el control de rutas estratégicas puede transformarse en un campo de batalla político.

  • Corredor de Lachín (1994–2020)
    Tras la primera guerra de Nagorno-Karabaj, Lachín se convirtió en la única conexión entre Armenia y Nagorno-Karabaj. El acuerdo de alto el fuego del 10 de noviembre de 2020 —mediado por Rusia— estableció que esta ruta quedaría bajo supervisión de fuerzas de paz rusas, transformándola en un paso internacionalizado. Su control sigue siendo objeto de disputa, y la experiencia demuestra que un corredor sin garantías de soberanía puede convertirse en herramienta de presión.

  • Corredores de transporte en los Balcanes (años 2000)
    Iniciativas entre Hungría, Rumania y Serbia lograron éxito técnico gracias a acuerdos bilaterales claros, mecanismos de control mutuo y compromisos de no militarización.

Estos ejemplos muestran que los corredores pueden ser puentes de cooperación o líneas de fractura, según se gestionen la soberanía, el control y la confianza.

Soberanía en disputa: ¿quién controlará el corredor?

El gobierno armenio ha insistido en que la ruta a través de Syunik estará bajo plena soberanía armenia, con aduanas, control fronterizo, aplicación de leyes nacionales y presencia de fuerzas de seguridad. Según Ereván, esta condición es innegociable, para evitar repetir la experiencia del corredor de Lachín.

Azerbaiyán, por su parte, ha promovido el término “corredor de Zangezur” y busca que el paso sea internacionalmente garantizado, lo que blindaría su acceso a Najicheván ante futuras suspensiones unilaterales. Este matiz explica por qué Bakú considera el acuerdo una prioridad estratégica, incluso si Armenia asegura que mantendrá el control.

La geografía añade otra capa de tensión: Syunik no solo es estratégica, sino simbólica, vista como la “última frontera” que mantiene el enlace directo de Armenia con Irán y con el sur. Cualquier percepción de fragmentación territorial alimenta temores sobre la integridad nacional.

Más que un papel: el reto de la reconciliación

La historia enseña que las firmas no garantizan la paz.

  • El Tratado de Campo Formio (1797) redibujó Europa, pero no detuvo las guerras napoleónicas.

  • El Tratado de Trianon (1920) desmembró Hungría, dejando heridas abiertas hasta hoy.

  • El Acuerdo de Oslo (1993) prometió paz entre israelíes y palestinos, pero no erradicó la desconfianza.

En el caso armenio-azerbaiyano, la pregunta central no es solo si el corredor funcionará, sino si se pondrá fin a la armenofobia institucionalizada en Azerbaiyán. Informes de la OSCE, ONG y organismos de derechos humanos han documentado durante años la promoción de discursos de odio en medios, libros de texto y actos oficiales. Mientras no se rompa con esta narrativa, cualquier acuerdo será un puente sobre cimientos frágiles.

“La paz no se mide por kilómetros de carretera, sino por la confianza que circula por ella.”

Oportunidad y desafío: hacia una paz sostenible

El nuevo corredor podría simbolizar cooperación regional, integrar mercados, reducir el aislamiento y abrir la puerta a una mayor conexión con Turquía, Irán y Asia Central. Sin embargo, para que esto ocurra el acuerdo debe incluir:

  • Mecanismos de verificación internacional imparciales.

  • Compromisos claros contra la incitación al odio.

  • Programas de reconciliación educativa y cultural.

  • Garantías de no militarización.

Sin estos elementos, el corredor será solo una vía asfaltada: funcional, pero vacía de significado.

Conclusión: un camino a prueba

La apertura del corredor Syunik–Najicheván puede ser un paso histórico. Pero no será la portadora de la paz, sino una prueba de ella.
La verdadera reconciliación no se medirá por el corte de una cinta inaugural, sino por la capacidad de ambos pueblos para mirarse sin temor, reconocer el pasado y construir un futuro compartido. Porque un corredor no une naciones: lo hacen las personas que deciden transitarlo con respeto.

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