Por Surén Surenyants, politólogo, columnista de asuntos internacionales
Fuentes azerbaiyanas han informado que este fin de semana, en Washington, los líderes de Armenia y Azerbaiyán, Nikol Pashinian e Ilham Aliyev, podrían anunciar una "declaración de intención de paz". Aunque el titular suena esperanzador, la historia y los antecedentes diplomáticos internacionales nos obligan a preguntarnos:
¿Estamos realmente ante el inicio de una paz garantizada, o se repite un libreto ya conocido que puede acabar en un nuevo conflicto?
El proceso de Oslo entre Israel y Palestina, promovido con entusiasmo por Estados Unidos, fue presentado como un hito para la paz en Medio Oriente. Hubo acuerdos, apretones de manos, incluso Premios Nobel de la Paz. Pero lo que siguió fue una dolorosa secuencia de violencia, guerras, nuevas crisis y, hoy, una situación de genocidio abierto en Gaza.
Para entender lo que realmente está ocurriendo, hay que mirar más allá de los titulares.
No se trata aún de un tratado de paz vinculante, sino de una declaración de intenciones, sin mecanismos obligatorios.
Para Donald Trump, que busca logros en política exterior de cara a las elecciones intermedias en EE.UU., se trata de un espectáculo mediático: “Estados Unidos ha vuelto al Cáucaso”.
Para Pashinian, representa una herramienta de propaganda interna con miras a las elecciones de 2026, una forma de intentar legitimar su continuidad en el poder.
Sin un documento de este tipo, su permanencia carecería de narrativa política sólida.
Consolida la narrativa de que el conflicto de Nagorno Karabaj está cerrado.
Gana respaldo internacional para avanzar en su proyecto de conexión territorial con Najicheván.
Obtiene apoyo de EE.UU. en su intento por equilibrar la influencia de Rusia e Irán en la región.
Algunas fotos en la Casa Blanca.
Promesas vagas sobre inversiones y seguridad.
Pero en realidad, enfrenta el riesgo de perder soberanía sobre rutas estratégicas en Syunik, presión externa y mayor fragmentación interna.
Teherán ya ha advertido: “La paz debe lograrse sin injerencias extrarregionales”.
Moscú, que pierde influencia, probablemente responda con medidas contundentes.
La iniciativa de Washington no garantiza una paz real. Se trata de un guion diseñado para el beneficio político de Trump y Pashinian, cuyo costo podrían ser nuevas concesiones dolorosas para Armenia.
Más que un momento histórico hacia la reconciliación, este episodio recuerda tristes precedentes de diplomacia fallida, donde el precio de los aplausos fue pagado con sangre.
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