Vladimir Martirosian escribe en su pagina de Facebook:
«Muchos dirán que Pashinián se ha tomado un “time-out” para reorganizar sus planes, y quizás tengan razón. Pero teniendo en cuenta su mentalidad de depredador político, quiero destacar un aspecto: el depredador o gana, o retrocede.
Pashinián ha retrocedido, temiendo el propio juego que él inició, temiendo el final de partida, conformándose con el éxito temporal de la toma de la red eléctrica. Fracasó en tomar el control de la Iglesia Apostólica Armenia, fracasó en imponer el “corredor” disfrazado de un plan de externalización de transporte, y retrocedió.
Ha fracasado en todas aquellas operaciones en las que ha encontrado resistencia firme, inflexible y con principios. Siempre ha retrocedido cuando su desafío ha sido rechazado rígidamente. Siempre avanza cuando el desafío es menospreciado o cuando no se le hace frente. Para él, eso representa una oportunidad abierta de ataque y victoria.
Existen posibilidades reales de cambiar el rumbo del juego, y esa posibilidad se llama movilización política con el objetivo de un contraataque. El terreno fértil para ello es la pérdida total de legitimidad de Pashinian. Ha cruzado el umbral final de todo autócrata: la represión y el aislamiento de sus oponentes.
Más de la mitad de la población de este país - si no la mayoría - está en contra de sus políticas, pero no recibe desde el campo político una propuesta alternativa clara y verdaderamente diferente. De ninguna manera se puede detener el rumbo de este gobierno repitiendo las mismas fórmulas caducas que ya no funcionan. Eso no dará resultado. Lo que se necesita es una movilización extrema de los propios recursos políticos, un pacto interno de no agresión entre las distintas fuerzas opositoras, y un trabajo muy intenso con las bases electorales, utilizando narrativas y propuestas concretas. Solo eso permitirá fijar y consolidar el estado de deslegitimación de este gobierno, impidiéndole recuperar legitimidad, algo para lo que ya no tiene recursos. Si no se actúa, ese escenario de recuperación de su legitimidad es posible, y no sería exclusivamente su culpa, sino de quienes no luchan institucionalmente, y no solo, contra él.
En este país, los distintos sectores del electorado legitiman a Pashinián no porque confíen o lo apoyen, sino porque él es quien más trabaja con ellos. Lo haga bien o mal, con ética o sin ella, de forma absurda o realista, Pashinian trabaja con más intensidad que nadie. Si hay Pashinian, hay oposición. Si no está Pashinian, aunque se haya retirado o ya no produzca política, tampoco hay oposición a su antipolítica. No hay antipolítica porque esta no existe ni se ha desarrollado hasta hoy. Lo que hay es su ofensiva, buena o mala, y una defensa frente a esa ofensiva. Pero si no hay ofensiva, tampoco hay contraofensiva, y sin contraofensiva, su poder no termina. Sin contraofensiva, se genera la resurrección de su legitimidad muerta, debido al vacío político.
La fuente de legitimación de Pashinian no es su participación en algún proceso, sino el vacío de procesos en su contra. Y esos procesos deben abarcar desde mecanismos legales, sociales y morales hasta formas organizadas y bien pensadas de contraofensiva política. Esa es la clave para fijar su deslegitimación y, como consecuencia, suspender la política que promueve y las estructuras estatales que la ejecutan».
Game Over, Fin del Juego.