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Opinion - Ara Ayivazian, ex Ministro de Asuntos Exteriores
Zona cero: ¿sacrificar la memoria por la ilusión de paz?
18 de Julio de 2025

Los recientes procesos que cobran impulso rápidamente marcan, de hecho, el inicio de una fase decisiva de la cuestión armenia en lo que respecta a nuestra existencia, identidad y reivindicación de justicia en la agenda internacional. Esta etapa final es un peligroso camino hacia la pérdida de la memoria nacional, la identidad y la dignidad espiritual.

El pueblo armenio se encuentra en una encrucijada histórica y fatídica, donde el olvido se presenta como el camino hacia el futuro, y la renuncia a la identidad y la negación de la historia como una falsa ilusión de paz. Bajo el nombre de «pragmatismo» o «realismo», hoy intentan imponernos la destrucción sistemática de la memoria, la identidad y la resistencia nacionales. Tras estos procesos se esconde una peligrosa apuesta por la patria, que amenaza nuestra existencia e identidad espiritual colectiva.

Todo lo que ha sucedido y sigue sucediendo es, de hecho, un proceso integral de "reducción a cero". Por lo tanto, la decisión de iniciar las negociaciones de Nagorno-Karabaj "desde cero" no fue una maniobra diplomática. Fue una renuncia a la lucha de liberación. Al rechazar el legado de décadas de negociaciones y sacrificios, se le dijo al pueblo que la lucha de Artsaj era un error o un mito.

De la misma manera, hoy en día, la política hacia Turquía se está definiendo desde cero, buscando normalizar las relaciones con un Estado que no solo niega el Genocidio Armenio, sino que también participó públicamente en la despoblación de Artsaj y acogió con satisfacción la destrucción del patrimonio cultural armenio. Se habla de fronteras abiertas, mientras se cierran las puertas de la justicia. Se habla de diálogo constructivo, silenciando la memoria de 1915.

Esto no es reconciliación. Es capitulación, presentada bajo el disfraz de una diplomacia sofisticada e ingeniosa.

Y mientras la historia se reescribe externamente, la oposición es silenciada internamente. Las acusaciones de "preparar un golpe de Estado" justifican arrestos, censura, intimidación y persecución. Pero es obvio: el verdadero peligro que temen las autoridades actuales no es la violencia, sino la disidencia. No se está impidiendo un "golpe", sino eliminando los últimos vestigios de pluralismo político en un país que cada vez se ve más obligado a hablar solo el idioma oficial impuesto por las autoridades.

La campaña contra la Iglesia Apostólica Armenia se ha convertido en parte de la misma política. Bajo el nombre de la supuesta reforma y la lógica del "punto cero", el corazón espiritual de nuestro pueblo, San Echmiadzin, está siendo sistemáticamente desacreditado. El Katolikós de Todos los Armenios, Karekín II, ha sido elegido como blanco por aquellas fuerzas que no toleran la voz independiente de la Iglesia. Esto no es accidental, sino un intento de socavar la última institución que se opone a la idea de la "Armenia real". Pero la Armenia separada de su Iglesia no es la Armenia real, es una imagen desarraigada, marchita y sin alma.

Sí, la situación geopolítica es compleja. Armenia se ha encontrado una vez más en el centro de un choque de imperios y bajo la presión de diversos intereses. Pero la complejidad no es excusa para olvidar y negar. Sobrevivir no significa renunciar a la verdad. La verdadera política no requiere la disolución de la identidad. Naciones que han existido durante cuatro milenios, incluida Armenia, han recorrido este difícil camino no olvidando, sino recordando y resistiendo. Es innegable que Armenia necesita verdaderamente una solución sincera y justa de las relaciones con Turquía y Azerbaiyán, pero no a expensas de la dignidad, la memoria y la identidad nacional.

Lo que está ocurriendo no es una reforma ni una modernización de Armenia. Lo que ocurre dentro de nosotros es una distorsión de la imagen y la esencia de Armenia, que expone su espiritualidad, historia, originalidad y memoria nacional.

Estos juegos peligrosos, los llamados "puntos cero", se están convirtiendo en una estrategia común. Ahora, parece que no solo Artsaj, sino toda la nación armenia, con su historia, memoria y dignidad, está siendo sacrificada por ese punto cero.

Las zonas cero han tenido diferentes significados para diversas naciones. Si la Zona Cero de Nueva York se convirtió en un símbolo de memoria colectiva y resistencia, en la Armenia actual se erige como un monumento a la negación histórica, la división nacional y la derrota espiritual.

Si continuamos por este camino, Armenia se convertirá en lo que ni el conquistador más brutal pudo imponer: una nación que se olvida voluntariamente de sí misma. Un pueblo privado de su identidad no por conquista, sino por renuncia interna. Un país donde la memoria se vuelve un obstáculo, la fe se vuelve obsoleta y la verdad se vuelve negociable e intercambiable.

Si continuamos por este camino, los armenios dejaremos de ser una nación unida por la fe, la herencia y la lucha. Nos convertiremos en una comunidad unida por el olvido.

Y esa será la victoria final, no de la paz, sino de aquellos que siempre han querido una Armenia, sólo con la condición de preservar el nombre.

La salida del impasse comienza recordando el pasado. La sociedad debe volver a confiar en su historia, no como una carga del pasado, sino como una fuente confiable de voluntad y fortaleza para afrontar los desafíos del presente. Armenia debe fortalecerse por su pluralidad, no por una sola voz. La iglesia, la cultura, la conciencia histórica y la dignidad nacional deben volver a ser el fundamento del Estado, no sus vestigios.

La paz solo es posible cuando se construye sobre la base de la dignidad. Y la dignidad es imposible sin memoria. Solo así se garantizará la Armenia verdaderamente real.

Ara Ayvazyan,
ex Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Armenia,
miembro fundador del Consejo Pan-Armenio de Diplomáticos

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