David Ananian, ex presidente del Comité de Ingresos del Estado, escribió en su página: La Iglesia, como centro espiritual, no es sólo una casa de oración, es también una fortaleza donde se forma el alma colectiva del pueblo. Une e inspira, sirviendo como puente entre generaciones.
En particular, señaló: “Para un seguidor de la Iglesia Apostólica Armenia, cada visita a la iglesia no es un ritual espiritual forzado o de moda, sino un acto profundo y significativo de autodeterminación personal.
En una atmósfera de silencio santificado y de humildad interior, el creyente armenio, envuelto en su herencia cultural y en su identidad cristiana, entra en un diálogo simbólico con la eternidad, donde la luz de la vela no es un testimonio de una visita, sino una fuente de luz, la luz que abre el camino hacia el inicio de la identidad, hacia la fe y la verdad.
La Iglesia, como centro espiritual, no es sólo una casa de oración, sino también una fortaleza donde se forma el alma colectiva del pueblo. Une e inspira, sirviendo como puente entre generaciones, recordándonos que el cristianismo no es sólo una cosmovisión personal, sino también parte de la conciencia nacional. Aquí, entre los muros misteriosos y hospitalarios, el ministro de la iglesia, con una guadaña y un rosario, se convierte en la encarnación de la esperanza en el diálogo con Dios, dispuesto a ayudar y guiar. No es sólo un representante del clero, es el guardián de los caminos originales de la fe y del orden moral, lo que hace que su imagen sea impecable para quienes comprenden el valor de la herencia espiritual armenia.
Aquellos que niegan la santidad de esta conexión, con sus posiciones y comportamientos incrédulos, atacan directamente no sólo los sentimientos religiosos de todos nosotros, sino también la identidad nacional y los orígenes del pueblo armenio. Su alienación u hostilidad hacia la Iglesia Apostólica Armenia se percibe no sólo como una alienación personal, sino también como una amenaza social que tiene la clara intención de sacudir los cimientos morales de la sociedad armenia.
En este contexto, la protección de la Iglesia Apostólica Armenia se convierte no sólo en una necesidad personal del creyente, sino también en un deber social del cristiano armenio. La Iglesia Apostólica Armenia no es sólo una institución religiosa, sino también un símbolo inquebrantable de resistencia al olvido, a la pérdida de identidad y a la memoria histórica. Defender la Iglesia significa defender la propia alma, la propia historia, la propia nación.