En los últimos años, la cuestión de las estructuras y el liderazgo de la diáspora se ha convertido en un fenómeno creciente y preocupante. El futuro es incierto y la situación actual es decepcionante. El Katolikós Aram I de la Gran Casa de Cilicia lo describió como: “Estamos al borde de un abismo. Debemos adoptar posiciones adecuadas, lejos de cualquier enfoque irrealista y de juicios superficiales”.
Es hora de abrir más la puerta y hablar de cuestiones radicales.
Con algunas excepciones, hoy las organizaciones “clásicas” de la diáspora parecen edificios abandonados, donde todavía se ve claramente la gloria del pasado, en algunos lugares los propietarios siguen existiendo, pero quedan muy pocos residentes. Los líderes siguen presentes en algunos lugares, pero los miembros, especialmente los jóvenes, están ausentes o no participan. La fuerza para vivir en el presente y construir el futuro se ha debilitado significativamente. Después del Genocidio, estas organizaciones se construyeron de acuerdo con las necesidades de la época, cuando la diáspora estaba recién formándose, cuando la diáspora armenia tenía una necesidad vital de unirse, organizarse, reconstruir la vida y preservar la identidad. Sin embargo, los tiempos han cambiado, pero las estructuras no.
Estas estructuras, otrora vibrantes y llenas de vida, requieren una renovación profunda y una nueva vida, pero parece que sus dirigentes no tienen objetivos claros ni recursos suficientes. En cambio, consciente o inconscientemente, han convertido sus organizaciones en museos, donde preservan para sí mismos y para los transeúntes el destello de los logros pasados, sin ninguna visión, esperanza o planes serios para el futuro.
La cuestión del liderazgo no es sólo teórica. En los últimos años, las encuestas realizadas en la diáspora también han ilustrado esta cuestión. Los estudios realizados en las comunidades armenias de la diáspora revelan preocupaciones importantes sobre el liderazgo. La falta de un liderazgo visionario y fuerte se considera uno de los principales problemas de la vida comunitaria. La conexión entre los líderes y los miembros de la comunidad se ha cortado, y la brecha se profundiza día a día.
La realidad es que la diáspora se ha transformado dramáticamente en el siglo XXI, pero nuestras estructuras no se han adaptado a estos cambios. Hoy en día, la diáspora no tiene líderes que puedan realmente dirigirla y reorganizarla de acuerdo a sus demandas. Si existieran tales líderes, hoy no estaríamos hablando constantemente de estos temas. El liderazgo no debe limitarse a gestionar la situación existente, sino que también debe trazar y dar forma al futuro, sembrar las semillas y cultivar las bases; de lo contrario, se convertirá simplemente en una posición administrativa sin ningún impacto profundo.
Una de las responsabilidades más esenciales del liderazgo es garantizar la renovación y vitalidad constantes de la estructura. Los líderes deberían primero hacerse estas preguntas y mirarse honestamente al espejo: ¿Cuál es la misión de mi estructura u organización HOY? ¿Qué objetivos debo alcanzar, de qué manera y por qué medios? ¿Qué papel desempeñan los jóvenes y qué oportunidades se les brindan? ¿Cuántas mujeres hay en nuestros más altos órganos de decisión? ¿Cuántos jóvenes de entre 25 y 35 años forman parte de la dirigencia?
Éstas y otras preguntas fundamentales no son sólo para un estudio formal, sino que son problemas existenciales que, si no encuentran su solución, las estructuras están condenadas a un colapso progresivo.
Sin una introspección sincera, una autorreflexión y una “revolución” interior, es imposible dar dirección y esperanza a los “seguidores” o “habitues” y, lo que es más importante, delinear una hoja de ruta para un futuro preferible.
Llamados o brindis por la unidad de la diáspora
Uno de los fenómenos más preocupantes es que cuando se trata de iniciativas “comunitarias”, “unificadas” o “conjuntas”, a menudo siguen siendo lemas inalcanzables y vacíos. ¿Quiénes son los destinatarios de estas declaraciones? ¿Qué institución religiosa, qué partido, qué organización o estructura? Muchos dirigentes que hacen este tipo de llamados en realidad están intentando unir a las organizaciones comunitarias en torno a sus programas sin que exista un diálogo real, comprensión mutua o respeto. En otras palabras, no buscan discusiones abiertas ni soluciones consensuadas a los problemas, sino que simplemente tratan de atraer a otros a su lado, sin concesiones ni acuerdos ideológicos o tácticos de ninguna de las partes. A menudo, este tipo de declaraciones son un signo de debilidad, es decir, que no existe un plan bien pensado y elaborado ni los recursos necesarios. Y aquellas organizaciones que ya han hecho su tarea y han adquirido los recursos, llevan a cabo el trabajo sin esperar la “unidad” o la “cooperación” de otras estructuras.
Recientemente, en un artículo, un miembro del partido desconsolado y preocupado señaló el problema principal de su estructura:
La rebelión (de las bases) debió haber sido y es una oportunidad… para revisar y discutir la estructura general del partido, desde sus inicios hasta nuestros días. “Aquí, al decir estructura, debemos entender su historia, estructura organizacional, cosmovisión, rol político, programa, en otras palabras, todo lo que se relaciona con la organización, como ideas y organización”.
El artículo también plantea otro punto importante: cómo su partido –y yo añadiría otras estructuras “clásicas” de la diáspora– han “mitificado” su historia y su papel y, como tales, son “intocables”. “Esta santificación, que se enfatiza particularmente entre los miembros de las organizaciones de Oriente Medio”, ha “creado con el tiempo una mentalidad de xenofobia” dentro de las estructuras.
Para nuestro análisis, no importa de qué partido estemos hablando; lo que se ha dicho se aplica a todas las estructuras diásporicas “clásicas”. El futuro de la diáspora no estará determinado sólo por los logros del pasado, sino por una visión audaz y perspicaz del futuro. Ahora es el momento no sólo de hablar de “Unidad de Paz”, sino de dar pasos reales y prácticos, con una nueva visión, nuevos métodos y nuevos líderes.
Para revitalizar las organizaciones de la diáspora es necesario adoptar una actitud autocrítica, así como revisar sus métodos y estilo de trabajo. Las estructuras de la diáspora necesitan aclarar su misión y sus objetivos, creando plataformas para un diálogo abierto entre líderes y miembros. La participación de los jóvenes debería convertirse en una prioridad, incluyéndolos en los órganos de toma de decisiones y utilizando tecnologías digitales para llegar a ellos. La participación de las mujeres y su inclusión en puestos de liderazgo, la adopción de métodos de gestión en red y ágiles, así como el ensayo e implementación de nuevos formatos colaborativos para las organizaciones comunitarias pueden contribuir a la creación de estructuras más modernas y viables.
La ideología debe ser práctica y aplicable, no sólo “doctrina”. La conciencia de los errores pasados y la adopción de un enfoque crítico, el aprendizaje de lecciones y la introducción de nuevos enfoques pueden permitir que las estructuras se liberen de mitos no examinados y respondan a las demandas del siglo XXI.
Por último, la formación de nuevos líderes y la adopción y adaptación de ejemplos exitosos de otras estructuras de la diáspora pueden formar un liderazgo orientado al futuro, viable y eficaz.
* Dr. Hrach Chilinkirian ( www.hratch.info ) , sociólogo , estudioso de la diáspora , armenio