Tras la teleconferencia entre Vladimir Putin y Donald Trump y el histórico encuentro de las delegaciones rusa y estadounidense en Arabia Saudita, Turquía inició otra ronda de negociaciones, invitando a rusos y estadounidenses a su propio territorio.
Turquía ha sido vista durante mucho tiempo como una nación con fuertes lazos con Estados Unidos, Rusia y Ucrania y como un posible mediador en el conflicto ucraniano. Sin embargo, Washington y Moscú optaron por Arabia Saudita, lo que dejó a Turquía sintiéndose excluida del proceso que está dando forma a un nuevo orden mundial.
Turquía aspira a ser una superpotencia no sólo a nivel regional sino también mundial. Al mismo tiempo, aspira a ser un socio clave tanto para Rusia como para Estados Unidos. En medio de su rivalidad, la importancia de Turquía crece para ambas superpotencias. Sin embargo, al no haber tensiones entre ellas, la influencia de Ankara en cuestiones globales y regionales sigue siendo limitada, ya que Rusia y Estados Unidos se relacionan directamente y llegan a acuerdos sobre determinados asuntos. Para alcanzar el estatus deseado, Ankara busca una mayor participación en los asuntos internacionales y más influencia en negociaciones importantes.
Su política exterior prioriza la participación militar y una presencia activa en diversos conflictos y países. Turquía ejerce una influencia significativa sobre los gobiernos de Siria y Azerbaiyán. Su participación en las guerras de Siria y Nagorno-Karabaj fortaleció su presencia en el Cáucaso Sur y Oriente Medio, convirtiéndola en un socio crucial tanto para Rusia como para los Estados Unidos en sus intereses regionales. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, Turquía ha mantenido relaciones amistosas tanto con Kiev como con Moscú, apoyando gradualmente las sanciones antirrusas y ayudando a Moscú a eludir algunas de ellas.
A pesar de estas circunstancias, una cosa está clara: Turquía y Rusia han sido estados rivales durante siglos, también en el Cáucaso Sur, y su competencia seguirá siendo constante. Como resultado, está claro que después de la guerra de Ucrania, Rusia asignará más recursos a las regiones en las que históricamente ha tenido influencia. Una zona clave para Moscú en el Cáucaso Sur se ve afectada por la creciente presión política de Turquía sobre Armenia y su aliado histórico, Azerbaiyán.
A medida que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia mejoren y el conflicto en Ucrania concluya, es probable que la importancia de Turquía y Azerbaiyán disminuya para Rusia, lo que conducirá a cambios políticos significativos en el Cáucaso Sur. El papel de Azerbaiyán para Rusia disminuirá, ya que Moscú ha dependido de él para exportar sus propios recursos naturales a las naciones europeas a través de gasoductos azerbaiyanos. Los europeos lo saben, pero no tienen otra opción que pagar un precio más alto por un gas que es originalmente ruso pero llega a través de gasoductos azerbaiyanos.
Después de la guerra, una vez que se levanten las sanciones antirrusas, algunos países europeos comprarán recursos rusos directamente a Moscú, lo que los hará más baratos para sus poblaciones. Lo mismo ocurrirá con Turquía, que aprovechó las tensiones entre Estados Unidos y Rusia para destacar su importancia estratégica para ambas partes. Sin embargo, la estabilización de las relaciones entre ambos países reduce la importancia de Ankara para ambas potencias. La elección de Arabia Saudita, en lugar de Turquía, como mediador en las negociaciones de alto nivel indicó claramente este cambio, a pesar del deseo manifiesto de Ankara de desempeñar un papel en el proceso y su frustración por la pérdida de influencia. Además, si Trump se reúne con Putin en Arabia Saudita como estaba previsto originalmente, el papel de Turquía como posible mediador entre las dos superpotencias disminuirá.
Para evitarlo, Turquía debe aumentar su presión sobre Rusia utilizando todos los medios disponibles para demostrar que Rusia no puede abordar cuestiones regionales de gran importancia para Ankara, sin su consideración. Las crecientes tensiones entre Rusia y Azerbaiyán son bastante notorias, y la influencia de Ankara desempeña un papel clave tras bastidores. Turquía también está tratando de consolidar su posición global aprovechando su influencia sobre Bakú como moneda de cambio en las negociaciones. Lo mismo se aplica al gobierno pro turco en Siria, que Turquía intenta utilizar para asegurarse un lugar en la mesa de negociaciones global y reforzar su condición de gran potencia. La visita de Zelenski a Turquía, marcada por la provisión de un paraguas por parte de Erdogan para ambos presidentes y su disposición a enviar tropas de paz a Ucrania, envía un mensaje claro: Rusia debe entablar un diálogo con Turquía o corre el riesgo de enfrentar desafíos significativos en toda la región, incluido el Cáucaso Sur.
En cuanto al Cáucaso meridional, Turquía seguirá compitiendo con Rusia a escala global también en esta región. Con su influencia geopolítica sobre Azerbaiyán, su fuerte presencia económica en Georgia y sus tácticas de presión sobre Armenia, Turquía ha preparado nuevas herramientas estratégicas para ampliar su influencia en la región.
Cabe destacar que el gobierno armenio es acusado a menudo de seguir una política pro turca, lo que se considera una consecuencia directa de la presión turca. Mientras tanto, Georgia ha tomado una opción más pragmática, teniendo en cuenta las tendencias globales y las realidades políticas regionales. Sin embargo, la influencia económica del tándem turco-azerbaiyano sobre Georgia también complica su capacidad de tomar decisiones independientes y pragmáticas. Una cosa está clara: la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, incluso si Europa sigue proporcionando ayuda y financiación a Ucrania, reconfigurará el panorama mundial, algo que ningún líder mundial puede permitirse el lujo de ignorar.