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Opinion - Vardan Oskanian, ex ministro de Asuntos Exteriores de Armenia
Una traición que no se puede perdonar ni ignorar
27 de Enero de 2025

Las últimas declaraciones de Nikol Pashinian, en las que cuestiona la realidad y la enormidad del genocidio armenio, no sólo son impactantes, sino también inaceptables para cualquier líder de Armenia. Al implicar que tal vez los propios armenios también sean responsables de lo sucedido, Pashinian repite una de las tesis más peligrosas de la negación del genocidio, difundida por el Estado turco desde hace más de un siglo. Esta negación de la verdad histórica y la dignidad nacional es una vergüenza para la memoria de los 1,5 millones de víctimas del Genocidio.

El genocidio armenio es uno de los crímenes mejor documentados del siglo XX. La evidencia es innegable. Los documentos oficiales otomanos describen claramente los planes para exterminar a los armenios, los testimonios de los sobrevivientes, los diplomáticos y misioneros extranjeros detallan los asesinatos en masa, las deportaciones forzadas y el hambre, y los datos demográficos muestran de manera irrefutable el exterminio casi total de las comunidades armenias en Anatolia. Cuestionar estos hechos no es una cuestión de pensamiento o debate, sino un deliberado desprecio de la realidad incuestionable establecida por muchos científicos, organizaciones internacionales, estados y el propio pueblo armenio.

Durante décadas, Turquía se ha basado en una narrativa cuidadosamente fabricada para negar el genocidio, presentando el crimen contra la humanidad como "sufrimiento mutuo en tiempos de guerra", convirtiendo la negación de pruebas en propaganda estatal y presionando agresivamente contra el reconocimiento. Pashinian extrañamente repite esto como un loro, cuestionando las realidades históricas establecidas y sembrando división entre los armenios de Armenia y el mundo. Al sugerir que los armenios deberían investigar las "causas" del genocidio, traslada la culpa del perpetrador a la víctima, un truco astuto utilizado a menudo por los negadores del genocidio.

Este tipo de retórica no es sólo revisionismo histórico, es negación moral. Como Primer Ministro, a Pashinian se le ha confiado la protección de la soberanía, la identidad y el patrimonio del pueblo de Armenia. Sin embargo, sus palabras socavan esa misma responsabilidad. Menospreciar públicamente el genocidio significa debilitar la posición de Armenia en la lucha en curso por la justicia, alentando a quienes buscan borrar la verdad y sacudir la unidad de la nación armenia. Esta es una traición que no se puede perdonar ni ignorar.

Se requiere claridad moral por parte de los dirigentes, especialmente en el caso de un país como Armenia, cuya identidad moderna está anclada en el genocidio y sus consecuencias. El líder que cuestione esa fatídica página de la historia no puede representar al pueblo armenio. Tal comportamiento no sólo descalifica a Pashinian como líder, sino que también plantea serias dudas sobre sus motivos. ¿Es este un intento equivocado de diplomacia con Turquía o un juego cínico para sembrar división? Cualquiera que sea el razonamiento, es reprensible.

El genocidio armenio no es sólo un acontecimiento histórico. Es una herida que continúa moldeando nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo. Es deber moral de cualquier líder armenio, respetar esa historia y luchar por el reconocimiento y la justicia. Las declaraciones de Pashinian son una negación de esa deuda y una deshonra a la memoria de las víctimas. Ponen en peligro décadas de esfuerzos de reconocimiento y rendición de cuentas.

El uso de un discurso negativo por parte del jefe del país demuestra una vez más que ha perdido el derecho moral a dirigir Armenia.

Armenia merece un líder que proteja la dignidad y la historia de su pueblo, no que las cuestione.

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