Como un animal salvaje que acecha pacientemente, con el propósito de caer sobre su presa en el momento justo y despellejarla, el dúo Aliyev-Erdogan, fijó sus criminales garras sobre la República de Artsaj. Un mundo conmocionado por la pandemia Covid-19, gobiernos europeos desconcertados por el avance del virus fatal, Donald Trump inmerso en su obstinada reelección, Vladimir Putin amenazado por presiones y represalias por el caso del líder opositor Alexei Navalny, Latino América toda padeciendo las penurias económicas resultantes de las medidas obligadas para enfrentar el coronavirus, señalaban la hora exacta para dar rienda suelta a su proyecto de adueñarse de un territorio que legítimamente no les pertenece, el costo de vidas humanas para lograr su propósito es algo que nunca les preocupó ni existió en sus pensamientos.
A todo esto el mundo mira con ojos soñolientos como la prepotencia, la burla abierta al pedido de los organismos internacionales, el incumplimiento al alto el fuego, una maquinaria política y diplomática inundada de mentiras, falsedades y cinismo pocas veces visto, avanza hacia la concreción de un nuevo genocidio, eliminar la población armenia de Artsaj, destruir su patrimonio histórico, apoderarse de sus bienes, adueñándose de un territorio que nunca les perteneció, con el solo objetivo de realizar la limpieza étnica de este pueblo cristiano, mientras los países cristianos del mundo hacen reverencia ante el tirano, carentes del coraje para reconocer a la República de Artsaj como libre e independiente.
Las miserias humanas están claramente expuestas, mientras vidas inocentes, familias enteras, templos y edificios son destruidos sin contemplación a manos del criminal otomano, resurgido de su sangrienta historia, admirado y venerado hoy por los sucesores que una centuria atrás intentaran exterminar a la raza armenia. El triste papel de Israel suministrando armas a un gobierno dictatorial a sabiendas que serían utilizadas contra un pueblo pacífico, es posible entenderlo como operación comercial, pero un pueblo sufrido y perseguido como el pueblo judío, con millones de pérdidas de vidas humanas a manos de un tirano sin límites, pues la memoria de aquellos mártires no merece tan miserable actitud de su gobierno, que al mismo tiempo se hace el distraído con relación al reconocimiento del Genocidio Armenio, cuando sus historiadores, grandes pensadores y gran parte de sus connacionales conocen y difunden con precisión los crímenes perpetrados por los turco-otomanos a los armenios. Verdadera pena, ambos pueblos compartimos dolor, nos respetamos mutuamente, teniendo muchas cosas en común, con una relación amigable sin importar diferencias religiosas o culturales.
Por su parte, el gobierno de la Federación Rusa no debería dejar de considerar que el conflicto de Nagorno Karabaj, que ha costado miles de vidas y décadas de luchas y desencuentros entre azeríes y armenios, se debe exclusivamente a un error inaceptable de sus antecesores de la Unión Soviética, quienes entregaron dicho territorio a Azerbaiyán sin justificación válida alguna, más allá de circunstanciales intereses políticos. Los archivos históricos en su poder pueden determinar que, histórica, religiosa y culturalmente Artsaj perteneció a los armenios
Entretanto Estados Unidos que pretende ser la guía, el ejemplo y la autoridad de la Justicia, la Democracia y la defensora de los Derechos Humanos universal, olvida con facilidad los valores de los que hablan su historia y su Constitución a la hora en que sus intereses están en juego. Mejor que nadie conocen la identidad y la barbarie de los turcos, pero sus bases instaladas y la posición geopolítica favorable a su posicionamiento en el mapa mundial, lo aleja de aquellos principios que dice sostener. No levantar un dedo para detener esta locura desatada por la sociedad criminal turca-azerí contra los armenios, deja bien en claro ante el mundo cual es su verdadera postura como país líder, sumado a su permanente falta de compromiso frente al reconocimiento del Genocidio Armenio, cuando casi la totalidad de los Estados de la Unión lo han aceptado independientemente.
Nuestro enemigo, el fundamentalismo turco, no nos puede aceptar
como raza a los armenios, no es cuestión de religión, se trata de muy diferentes orientaciones de la vida y la valoración humana, como población distribuida en el mundo somos apenas el 10% en comparativa, cabe preguntarse quienes aportaron más a la educación, la cultura, la salud, la economía, el progreso y el bienestar del universo.
Su potencial se manifiesta básicamente a través de la ASTUCIA CRIMINAL.