Anoche, 28 de abril, se llevó a cabo el acto cívico en conmemoración del 110° aniversario del Genocidio Armenio con la presencia de León Gieco, Lito Vitale, Alin Demirdjian, la Orquesta Aeropuertos Argentina y el coro de las 110 voces.
Con un Teatro Avenida lleno, la comunidad armenia entera dio su presente para compartir este acto tan significativo para cada armenio.
Después de entonar los himnos de Argentina y Armenia, la locutora, Laura Yorgandjian, invitó al presidente de IARA, Varty Manoukian, a dirigirse a los presentes.
A continuación, su discurso:
"A cuatro días de la fecha exacta en que se cumplió el 110° aniversario de aquel crimen de lesa humanidad, la memoria del genocidio armenio nos une sin distinción de convicciones y pertenencias sectoriales y más alla de la diversidad confesional, regional o ideológica.
Estamos aquí reunidos no ya para vestir el luto de la desaparición física de los seres queridos y los connacionales de origen común y proyecciones similares de futuro, sino para elevar nuestras voces de reivindicación y protesta, de justicia y reparación, porque no es justo callar frente a la barbarie del hombre contra el hombre, del Estado contra sus súbditos, del manoteo del fanatismo religioso como arma política de destrucción y aniquilamiento.
Los mártires canonizados ya no requieren luto. Están en los altares de la Iglesia y de la Nación. Son los guardianes de nuestro devenir histórico, reciben nuestras plegarias y nuestras oraciones, porque están en la cima de los valores máximos a los que la fe de nuestro pueblo y la conducción de la Iglesia los ha elevado. Nuestros familiares y paisanos santificados, a quienes durante un siglo hemos llorado como víctimas, hoy irradian la luz de la santidad.
El 24 de abril nos une por encima de nuestras diferencias y nos invita a la armonía, la comprensión y el afecto recíproco, valores que fortalecen nuestras almas y nos proyectan a un futuro de logros colectivos, que no tenemos derecho de menoscabar ni condenar al fracaso por nuestras rivalidades o por enfrentamientos que no nos conducen a ninguna parte.
El respeto mutuo, la exaltación de nuestras virtudes –que son muchas-, el reconocimiento de nuestras debilidades, el largo camino recorrido por innumerables generaciones de connacionales, y el apretón de manos que nos debemos en aras de un futuro de grandeza que nos necesita a todos, nos harán fuertes y consolidarán en nuestras descendencias la seguridad de seguir creciendo y fortaleciéndonos con los pies en nuestra tierra milenaria, que nuestros héroes regaron con su pluma, su palabra y su sangre, y que debe reafirmarse en medio de un mundo confundido y convulsionado, que no nos puede hacer bajar los brazos y debe darnos la fuerza necesaria para emerger victoriosos.
En nuestro país, los antecedentes, contenidos y enseñanzas del genocidio armenio han merecido un lugar de relevancia en la legislación nacional, cuando hace 18 años la ley 26199 sancionada por ambas cámaras del Congreso de la Nación consagró el 24 de abril de cada año como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, en conmemoración del genocidio armenio, decisión histórica con la cual los representantes de la Nación Argentina expresaron su reconocimiento y condena de aquel crimen de lesa humanidad.
En diversos tiempos, los tres poderes del Estado han coincidido en el mismo reconocimiento, en total concordancia con la tradición argentina de respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales.
La experiencia nos indica que la impunidad de los crímenes de lesa humanidad ha causado estragos. Habitualmente, los genocidios son obra del terrorismo de Estado en perjuicio de grupos étnicos, religiosos o de otra índole que incomodan a sus políticas. La falta de consecuencias directas de tales hechos impulsa a los mismos Estados o a otros que comparten sus objetivos criminales a seguir practicando los mismos procedimientos, que generalmente derivan en tragedias mayores.
Así, la impunidad del caso armenio derivó en el holocausto nazi, y el exterminio de millones de judíos y muchas otras tragedias han azotado y siguen conmoviendo a la humanidad en este último siglo.
Más recientemente, la limpieza étnica de 120.000 armenios de Nagorno-Karabaj, Artsaj, por parte de Azerbaiyán, Estado que comparte con Turquía la consigna de “una nación, dos Estados”, y el silencio de una comunidad internacional que aparece como insensibilizada ante la crueldad del hombre contra el hombre, aparentan consagrar y legitimar las peores violaciones del estado de derecho y la indefensión de los pueblos frente a los poderosos.
Parecería que se quisiera normalizar cualquier atropello contra las normas del derecho internacional y sus variantes humanitarias. En algún momento pudimos pensar que el genocidio armenio pertenece al pasado y habría sido imposible de cometer en esta época de fluidas comunicaciones y un siglo más de avance de la civilización. Sin embargo, las agresiones constantes contra Armenia por parte de Azerbaiyán con la complicidad de Turquía, y la limpieza étnica de Nagorno-Karabaj, demuestran que nada hemos aprendido, que los genocidas no tienen límites y que aún hoy se puede cometer impunemente cualquier clase de atrocidades.
Las consecuencias de estas violaciones son muchas y de gran magnitud. Nagorno-Karabaj, cuya población autóctona de más de tres mil años de historia ha sido expulsada o destruida, merece el retorno de la identidad armenia milenaria. Nuestro reclamo se extiende a los dirigentes armenios de Artsaj, apresados por Azerbaiyán e injustamente retenidos en Bakú en condiciones de violencia y sin las mínimas garantías del estado de derecho.
Estos actos de violencia e injusticia nos obligan a asumir actitudes colectivas de seriedad y responsabilidad, en aras de nuestra lucha a favor de los derechos de nuestro pueblo y la consolidación del Estado Armenio. El afianzamiento de Armenia como nación soberana es el mejor homenaje que nuestra generación puede rendir a la memoria de los santos mártires, y es garantía de futuro.
La comunidad internacional tiene una deuda inconmensurable con nuestras aspiraciones y nuestra lucha colectiva, que debe ser asumida sin reparos. Debemos imponernos una acción firme y permanente en contra del negacionismo, en defensa de la soberanía de Armenia, por la condena y reparación del genocidio, la devolución de Artsaj a sus habitantes y el retorno incondicional de los dirigentes retenidos en Bakú.
Con armonía interna, respeto mutuo y acciones coordinadas, y con el apoyo del mundo comprometido con la justicia, alcanzaremos nuestros objetivos.
Un párrafo aparte: un enorme agradecimiento a los protagonistas de hoy.
León Gieco, Lito Vitale, Alin Demirdjian, la orquesta Aeropuertos Argentina, con la dirección del maestro Néstor Tedesco, y, el Coro de las Cien Voces, bajo la dirección del maestro Santiago Chosourian.
Muchas gracias."
Inmediatamente se proyectó el video de León Gieco y Alin Demirdjian, leit motiv de esta conmemoración, en el que ya se palpita la emoción de ver a los intérpretes entonando juntos “Golondrinas” (Dzidzernag) y Dzidernag.
Seguidamente, la Orquesta Aeropuertos Argentina, bajo la batuta del maestro Néstor Tedesco, deleitó a los presentes con dos piezas del compositor armenio Aram Kachaturian: "Danza de los Sables" del ballet Gayané y el "Vals" de la suite Mascarada.
Llegó el momento del coro de las 110 voces, armado especialmente para la ocasión bajo la dirección del maestro Santiago Chosourian, que interpretó junto a la orquesta dirigida por el maestro Tedesco, Getsé Zeitún (letra de H. Chakrian, música de M. Ekmalian), Sardarabadí Kachér (letra de Baruyr Sevag, música de Edgar Hovannessian) y Ereván Erebuní (música de Edgar Hovannessian).
A continuación, el artista León Gieco, personaje tan cálido a los sentimientos de los armenios, interpretó "El Desembarco".
Alin Demirdjian, quien vive en Armenia, inspirada en "de Ushuaia a La Quiaca", presentó el proyecto "una provincia, una canción" lo que entusiasmó a León Gieco y lo indujo a preparar el proyecto en conjunto que ofrecieron ayer al público en el Teatro Avenida. Alin interpretó "Aj inch lav e sari vra" ("Qué agradable es sobre la montaña") de Hovhannes Tumanyan dedicada al pueblo de Artsaj.
Luego se sumó Lito Vitale al piano, y juntos interpretaron "Todos los días un poco" y "Cinco siglos igual".
León Gieco comenzó a entonar "Solo le pido a Dios", y el público emocionado se sumó a él.
Para el gran final, León Gieco y Alin Demirdjian tenían preparado interpretar, juntos con el Coro de las 110 voces y la orquesta Aeropuertos Argentina, “Golondrinas” (Dzidzernag), fusión de la tradicional "Las Golondrinas" de Eduardo Falú y Jaime Dávalos con "Dzidzernag" de Barseg Kanachyan y Garo Dodokhyan.
Un maravilloso público aplaudió de pié agradeciendo y honrando a los artistas.
Cerró el acto, el Obispo Arén Shahhenian, primado de la Iglesia Armenia de Argentina y Chile, con una fuerte recordación a los prisioneros de Artsaj, exhortando a que cada armenio haga lo necesario para que el mundo condene el Genocidio Armenio y la devolución de los prisioneros de Artsaj.