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Locales - Diana Dergarabetian. fecunda diáspora
Entrevista a la directora de la Cátedra Libre Armenia de la Universidad Kennedy
25 de Abril de 2022

A 107 años del genocidio armenio conversamos con Diana Dergarabetian, profesora titular desde 2016 de la Cátedra Libre Armenia de la Universidad Argentina J. F. Kennedy, creada en 1971 por la Dra. Rosa Majian. Diana es profesora en Letras especializada en enseñanza de español como lengua extranjera. Fue directora del seminario armenio Sardarabad, da clases de armenio y tuvo además una participación muy sentida y emotiva sobre su abuela, Serpuhi, en el libro Mujeres inmigrantes en la Argentina (2021)

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Diana Dergarabetian, ¿cómo nació la idea de  una cátedra libre sobre Armenia en la Universidad Kennedy?

La Cátedra Libre Armenia fue creada por la Dra. Rosa Majian, la primera mujer de origen armenio en graduarse en periodismo. Fue también la responsable de crear el Instituto de Periodismo de la universidad, y es muy probable que, con esa creación, haya surgido lo de la cátedra para difundir la cultura y tradiciones armenias, que la Dra. Majian hizo en todo ese tiempo a través de conferencias y dos libros que publicó la universidad. En esos libros ella sintetizó las noticias más relevantes de lo que entonces sucedía en Armenia, y son material de consulta, inclusive en los ámbitos periodísticos. A su retiro, yo venía de dar una conferencia sobre la prensa de la comunidad. Entonces conocí a la Dra. María Elisa Herren -hoy rectora emérita de la universidad- y se me delegaron las funciones. Eran momentos muy diferentes y ya no podíamos continuar haciendo esas conferencias una o dos veces al año, porque también cambió el público que escucha, y tratar de hacer cosas de manera virtual era más viable. La pandemia nos demostró que ese es el camino, y aunque se retome la presencialidad, hay muchas cosas que siguen sosteniéndose de manera virtual. La labor de la Dra. Majian fue muy fecunda, y si no hubiera sido así, creo que la cátedra no se hubiera sostenido.  Mi responsabilidad desde el 2016 es tratar de sostenerla con desafíos diferentes.

¿Cómo se encara la cátedra este año en cuanto a actividades, y qué proyectos hay a futuro?

Desde que me hice cargo, se abrió un espacio de conversación en armenio para quienes ya conocen el idioma y que no tienen dónde mantener una conversación. Uno antes hablaba armenio con sus padres y abuelos, y esa generación ya no está. Ése fue el único aprendizaje del idioma que tuvieron porque ni siquiera asistieron a escuelas armenias, que vinieron después. Es necesario mantener estos núcleos, porque dentro del listado de la UNESCO, el armenio occidental es una de las lenguas en peligro de extinción. El armenio occidental es el que se habla en Armenia y zona de influencia (Irán, Rusia), y en toda la diáspora. Se utilizaba en los territorios conocidos como la Armenia histórica, hoy Turquía. Es el que ha quedado como el idioma original, con vertientes acá en Argentina; lo mismo pasa en Estados Unidos, Francia, etc. Tratar de preservar ese idioma fue una de nuestras prioridades. Sose Hadjian es una profesora muy reconocida en la Argentina y ya había ideado este espacio de conversación.  Al hacerme cargo yo, le ofrecí crear ese espacio dentro de la cátedra. El año pasado creé el proyecto El armenio nos une. La razón del título es que donde sea que estemos, los descendientes de armenios tenemos, aparte del apellido “ian”, algo en común: el idioma. Un simple saludo en armenio, parev por ejemplo, abre puertas que uno no sabe a dónde conducen; generalmente a lugares buenos, porque el armenio es muy hospitalario, muy solidario, y entonces conduce a estos rincones que uno transitó en la infancia.

Aprender o recuperar el idioma es fundamental. Así ideamos los cursos online de armenio. El haber trabajado para Sardarabad durante muchos años hizo que el armenio estuviera a flor de piel, porque los textos eran continuamente traducidos. Vamos a continuar con esto que nos está dando buenos resultados, porque el Zoom permite que se junte en un mismo espacio y un mismo horario gente de varios puntos del país y del exterior, de lugares  donde nosotros ni siquiera sabíamos que había familias armenias. Por último, desde el año pasado incorporamos clases especiales por Zoom. La primera, sobre tradiciones de pascua -los armenios toman muy en serio la semana pascual- y después clases especiales sobre literatura armenia, con el profesor Hovhannés Bodukian, de Montevideo, que tiene un libro publicado sobre la historia de la literatura armenia. La universidad está viendo la posibilidad de publicar ese libro en castellano, la historia de la literatura armenia. Desde 1956 no hay bibliografía sobre literatura armenia en castellano. Sería reflotar algo a cargo de una persona conocedora del tema formada en la Universidad de Ereván; ¿qué mejor que tener ese material en castellano?

¿La repercusión de estas ofertas es de parte de la colectividad armenia, o también de gente fuera de la colectividad?

Para las clases especiales se sumó gente no armenia gracias a que se difundieron a través del portal de la universidad. Curiosamente, para el aprendizaje del armenio, también hay mucha gente no armenia que, por ejemplo, tuvo un vecino que le trae buenos recuerdos; también hay gente estudiosa de lenguas. Son muy bienvenidos, le ponen mucha voluntad. En algunos casos, para quienes saben otras lenguas, la pronunciación les es más fácil que si saben solo castellano.

¿Cómo ves a nivel global difusión de la cultura armenia en nuestro país?

La comunidad armenia en la Argentina tiene más de cien años. Lo primero que hicieron los armenios al llegar fue juntarse en un lugar a modo de contención; después se hacían allí las misas, los casamientos, todo lo que fuera necesario para mantener reunida a la comunidad. Luego buscaron un lugar donde construir una iglesia, y alrededor de esa iglesia se formaron las escuelas, las instituciones barriales. En la Argentina hay siete iglesias, y alrededor de esas siete iglesias se formaron siete barrios armenios. Si bien ahora el más popular es Palermo, por la Catedral de San Gregorio el Iluminador, hay iglesias en Flores (donde hay un foco muy importante), Villa Soldati, Valentín Alsina, Vicente López y Belgrano. Otra característica es que se fundaron las instituciones zonales o provinciales: mis abuelos maternos vinieron de Hadjin,  una ciudad que ahora está en Turquía. Los armenios de la misma región formaron la Unión Residentes Armenios de Hadjin. Los de Marash y Aintab hicieron lo mismo. Entonces, aparte de las uniones culturales, sociales, deportivas, de las iglesias y las escuelas, están estas uniones compatrióticas. Todas buscan preservar la armenidad, y lo hacen con una actividad impresionante.

A veces, en el mismo día, hay varias actividades de diferentes instituciones, y uno no sabe a cuál ir. Esto se pasa de generación a generación, con el mismo compromiso con otras miradas. Posiblemente mi hija haga otras cosas distintas de las que yo hago, pero con el mismo sentimiento. Y la tecnología brinda otros canales, porque no es solamente el diario en papel, que prácticamente ya no existe. En mi última etapa como directora de Sardarabad, el nombre era “semanario” pero en realidad ya no lo era porque estábamos en línea todo el tiempo. Nos tocó un momento de mucha actividad lamentable, por la guerra en Artsaj de los 44 días. Hay muchísima actividad cultural: exposiciones, presentaciones de libros, presencia en la Feria del Libro todos los años -la Embajada de Armenia junto con el Centro Armenio tienen todos los años su stand desde la primera Feria del Libro. Eso marca una agenda fuera de las efemérides, que pueden ser tanto tristes como festivas. Pero por lo que más se relaciona generalmente el armenio es por la comida: “sí, la comida armenia es muy rica”, dicen.

¿Qué te movió a incluir la historia de tu abuela en Mujeres inmigrantes en la Argentina   

Cuando vi la convocatoria, enseguida pensé en ella. Una niña que a los 17 años cruza el Atlántico sin saber adónde va, con la familia de su esposo, para ir a un país que ni sabe dónde queda, y al año siguiente ya es madre. Ella fue una madre y una abuela ejemplar que reunió a toda la familia a su alrededor. Fue casi la mamá de su cuñado -ella tenía diecisiete años y él nueve cuando vino- y ella se ocupó de buscarle el colegio, porque todos los demás vinieron a trabajar, a salvarse de un lugar que les era hostil y buscar comunidades de trabajo. Esta mujer se hizo cargo de su cuñadito, que logró que fuera a una escuela pública y que después pudiera convertirse en médico y  orgullo de toda la familia, que dedicó su vida a criar a sus hijos, a sus sobrinos, porque todos eran un poco la madre de todos. Eran mujeres angelicales, que no existen -no solamente mujeres, sino hombres. Hoy nos quejaríamos de todo, y sin embargo, todo lo hicieron con una sonrisa, con gratitud principalmente para con la Argentina, que les permitió desarrollarse, trabajar, vivir en paz. Una mujer que tuvo la valentía de poder volver a ver a su madre tantos años después, convertidas ambas en desconocidas. Estamos hablando de los años sesenta, Armenia detrás de la Cortina de Hierro, cuando una carta tardaba cuarenta o sesenta días en llegar y la respuesta otros sesenta. Ese contacto en lo cotidiano con su mamá lo había perdido, pero mi abuelo fue un hombre digno de esa mujer y cumplió la promesa de llevarla a ver a su madre. Indudablemente ella era mi modelo. Todos le decían “mamita”, así como a mi abuelo lo conocieron como “papito”. Nadie los llamaba ni Boghós ni Serpuhí. Para mí era rendirle homenaje a una persona que perdí a los once años y que fue mi primera gran pérdida.

Dentro de poco se cumplen 107 años del genocidio. ¿Cómo ves el futuro del reclamo armenio?

Hay un hecho histórico que no puede ni cuestionarse y que el actual gobierno de Turquía se niega a aceptar. Ellos proponen establecer “una comisión conjunta para estudiar los hechos, si fueron tal cual ustedes los presentan”. Eso es ridículo: la sola existencia de armenios en la diáspora es por algo. Yo creo que los armenios van a seguir reclamando el reconocimiento. Si Armenia actualmente tiene que relacionarse o no con Turquía, esa es otra cuestión que nosotros desde la diáspora no podemos resolver, ni deberíamos opinar. Los reclamos pasan por otro lado: por el reconocimiento de un genocidio que marcó el destino del pueblo armenio. Por otro lado, hay quienes entienden que no debería haber ahora fronteras cerradas como las hay hoy con Turquía. Armenia necesita vivir en paz en la región y relacionarse con todos sus vecinos, no solamente con Rusia. Armenia debería convivir bien con todos sus vecinos. Esto no significa olvidar la historia.

Creo que vamos a seguir siempre pidiendo que se reconozca el genocidio, porque, además del genocidio humano, hubo un genocidio cultural. Se arrasó con toda la presencia cultural armenia en la región. A las iglesias, las convirtieron en establos, en fábricas: les quitaron la cruz, y si uno ve una arquitectura netamente armenia, quizás era una iglesia y ahora funciona como otra cosa. Y los “signos de buena voluntad” que han demostrado son convertidos en centros culturales,  sin permitir mencionar que eso antes fue una iglesia. Eso ya de por sí es sacrilegio, y si le sacamos lo religioso, es sacrilegio cultural. Está mal que un pueblo que llegue a otro lado borre del mapa todo lo que existía. Ni siquiera dejaron en pie los cementerios. Es muy triste y creo que el reclamo no va a ceder nunca. Dentro de la población turca hay mucha gente que está ahora leyendo la historia y se da cuenta de la realidad, pero los ciudadanos turcos actuales lo ignoran porque, al cambiar las fuentes,  cambiaron el alfabeto otomano y empezaron a escribir con letras latinas. No hay quien pueda leer archivos otomanos para saber realmente lo que sucedió. Eso es borrar completamente toda la historia. La actual historia de Turquía está basada sobre una mentira. 

Viviana Aubele

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