Este miércoles 25 de noviembre, de 9.00 a 11.00, el Pro Rectorado de Extensión y Actividades en el Medio organizó la mesa redonda “Claves para comprender el conflicto de Artsaj”. Participaron destacados académicos de la Universidad de la República (Udelar) y de la Universidad Estatal de Ereván, y la actividad se emitiró en vivo por el canal de Youtube de la Udelar. Como preámbulo de esta actividad, en este artículo se expresan algunas claves que ayudaron a comprender mejor el conflicto escritos por Carlos Ketzoian y Hovannes Bodukian .

La máxima que sostiene que es necesario recurrir a las ciencias históricas para entender el presente y proyectarse al futuro encuentra en el conflicto de Artsaj o Nagorno-Karabaj (para los no armenios) uno de sus ejemplos más paradigmáticos.

Este enclave situado en el Cáucaso es un espacio geográfico que se ubica entre la República de Armenia y la República de Azerbaiyán, próximo a la frontera de la República Islámica de Irán.

La región ha estado habitada desde antes de nuestra era por población armenia y ha formado parte de los diferentes reinos armenios. A lo largo de la historia este territorio fue objeto de sucesivas invasiones y conquistas. Sus características geográficas (Nagorno significa “montañoso”), que lo hacen inexpugnable o al menos de difícil acceso, le han permitido resistir a esas invasiones y preservar en algunos períodos una relativa autonomía. A pesar de la violencia que caracteriza su historia bajo el dominio de distintos imperios, Artsaj ha logrado mantener una población mayoritariamente armenia.

Sin embargo, la región rodeada por Azerbaiyán estuvo y está expuesta hoy al riesgo de una guerra de limpieza étnica, como la que se llevó a cabo en otro territorio históricamente armenio (Najichevan - ver mapa), que le fue concedido a Azerbaiyán en un acuerdo ruso-turco en 1920. Najichevan estaba en ese entonces habitado mayoritariamente por armenios. Hoy no sólo no quedan armenios, sino que se ha intentado borrar sistemáticamente las huellas culturales de la permanencia armenia en el lugar, destruyendo incluso cementerios con las famosas Jatch Kar (cruces en piedra), consideradas patrimonio de la humanidad. No es extraño que actualmente  los armenios que están abandonando sus hogaresen territorios cedidos a Azerbaiyán, luego del reciente alto el fuego, estén desenterrando «los huesos de sus muertos» para llevarlos con ellos a efectos de evitar que sean profanados por los azeríes.

La situación de la región hasta el fin de la Primera Guerra Mundial

Armenia deja de ser un estado independiente en el siglo XIV y su territorio histórico queda bajo dominio de distintos imperios. A partir del siglo XV se transforma en campo de batalla entre los persas safávidas y los otomanos, pasando alternativamente de mano en mano, con las consecuencias que ello acarrea. A partir del siglo XIX, otra potencia comienza a tener aspiraciones sobre ese territorio: el imperio ruso, que afianza su poder en la Transcaucasia desplazando a los iraníes. Desde el siglo XVI los armenios comienzan a pensar en la posibilidad de recobrar su estado nacional, y apoyan al imperio ruso jugando un rol importante en la conquista de los territorios históricos armenios. En esa primera etapa y hasta el siglo XIX no son más que intentos, nunca concretados, de encontrar un rey europeo que los liberara de la dominación musulmana.

Estas tentativas de recuperar un estado nacional gestionadas por mediadores contaban con un único apoyo estratégico: la existencia de los principados armenios. Entre estos se contaba el principado armenio de Artsaj, que mantenía una relativa autonomía y contaba con ejército propio. Podrían ser la base para iniciar una rebelión a la que después se unirían fuerzas extranjeras de apoyo.

Después de la guerra ruso-turca de 1876-1878, por mediación de las grandes potencias occidentales la cuestión armenia se plantea en la discusión del tratado de Berlín, más precisamente en su artículo 61. Allí queda en evidencia que los armenios no alcanzarían ninguna mejora en sus condiciones; las potencias europeas no estaban interesadas en apoyar sus reivindicaciones.

Coincidentemente con la difusión del concepto de estado-nación en el siglo XIX y con las ideas revolucionarias que recorren Europa, comienzan a configurarse los partidos políticos armenios, cuyo objetivo era lograr una autonomía territorial y cultural. Estos partidos, paradójicamente, en su mayoría fueron fundados fuera de los territorios históricos de Armenia. Plantean que el futuro hogar del pueblo armenio debería ubicarse geográficamente en los vilayets orientales del Imperio Otomano (Van, Erzurum, Mush, etcétera).

La respuesta del Imperio Turco-Otomano fue la organización de masacres sistematizadas perpetradas por el sultán Abdul Hamid en la década del 90 del siglo XIX. A raíz de estas matanzas, las potencias occidentales reclaman a la Sublime Puerta un estatuto especial para la minoría étnica armenia que habitaba esas regiones. El objetivo europeo era profundizar el debilitamiento del imperio otomano en decadencia y continuar con su desmembramiento.

En el Imperio Ruso la élite armenia estaba en mejores condiciones. Una burguesía armenia integrada por comerciantes e industriales, con importantes centros culturales, estaba establecida en las ciudades más importantes del Virreinato del Cáucaso, tales como Tiflis (la capital) y Bakú (centro petrolero). Había también comunidades armenias incluso en importantes ciudades de la Rusia imperial: Moscú y San Petersburgo. A principios del siglo XX, al igual que en el Imperio Otomano, Rusia inicia en estas regiones una política de asimilación de las minorías armenias. Con esa intención el zar pretende cerrar escuelas armenias y confiscar bienes de la Iglesia Apostólica Armenia para anexarlos a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Ello generó gran resistencia, por lo que ese intento político fue abandonado.

Se llegó así al momento histórico en que la «solución del problema armenio» se vuelve trágica en el contexto del Imperio Turco-Otomano.

El genocidio armenio

Aprovechando el entorno de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Turco-Otomano encuentra las condiciones para la «solución del problema armenio». Continuando la política del sultán Hamid al cual ya nos referimos, el partido político de los «Jóvenes Turcos» lleva a cabo desde 1915 la limpieza étnica de la población armenia en su territorio, concretando el primer genocidio del siglo XX. Lamentablemente, no constituye ni el primer ni el último genocidio que ha conocido la humanidad.

Como consecuencia de ello, toda Armenia occidental bajo dominio del Imperio Turco-Otomano se vació de su población: algunos masacrados, otros deportados y asesinados durante esas deportaciones (caravanas de la muerte), otros salvados en campos de refugiados fuera de sus tierras ancestrales. Los migrantes que llegaron a nuestras tierras en América del Sur –Argentina, Uruguay y Brasil–, fundamentalmente a partir de 1920, son los sobrevivientes de este crimen de lesa humanidad que permanece impune hasta el presente. Hoy viven en nuestro país la segunda, tercera y hasta cuarta generación de descendientes de los primeros migrantes.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, la República Turca de Kemal Ataturk, heredera del antiguo Imperio Turco-Otomano, reincide en la invasión de los territorios que correspondían a Armenia. La sobrevida de la nación armenia en su propio territorio dependía de Armenia Oriental, que se encontraba en el marco del Imperio Ruso.

La Transcaucasia, la Revolución de Octubre y la presencia inglesa

La Transcaucasia o Cáucaso Sur, que incluye las regiones que abarcan los territorios de Armenia Oriental, Georgia y Azerbaiyán, formaba parte del Virreinato del Cáucaso al cual nos referimos, que durante los años de la guerra fue gobernada por el vice-rey del Cáucaso, el gran duque Nicolás, nieto del zar Nicolás I. Él comandó el ejército ruso del Cáucaso durante la Primera Guerra Mundial. Escapó con los británicos luego de la revolución liberal-bolchevique de febrero de 1917. Durante el Imperio de la Rusia Zarista, el Cáucaso sur tuvo varias formas de organización administrativa. Estas divisiones, por obvias razones, no se guiaban por la unificación nacional de quienes las habitaban. Cada una de las administraciones contaba con población azerí, georgiana y armenia. Cuando se desintegró el Imperio Ruso, esta división administrativa arbitraria que no tenía en cuenta la identidad de las diferentes etnias que la componían fue el origen de las guerras que sobrevendrían entre los distintos pueblos a la hora de trazar las nuevas fronteras.

Artsaj fue uno de los territorios en disputa: lo querían tanto Armenia como Azerbaiyán. Si bien era un territorio habitado mayoritariamente por armenios, contaba también con una importante población azerí.

El general Antranik, héroe nacional armenio, jugó un rol esencial en la defensa de Artsaj. El general sir William Montgomerie Thomson, del ejército británico, gobernador de Bakú desde 1918, acompañado de militares franceses y estadounidenses, detuvo el avance de Antranik sobre Artsaj. El 15 de enero de 1919, Thomson designó gobernador de Artsaj a Khosrov Bey-oglu Sultanov, un rico propietario azerí temido por los crímenes que había cometido contra el pueblo armenio en el verano de 1918.

El triunfo de los bolcheviques

Durante el período de consolidación de la Revolución de Octubre, la propaganda bolchevique prometió a Armenia la anexión de Artsaj y Najichevan. El dirigente azerí Narimanov declaró el 1° de diciembre de 1920 ante el Revkom azerí (Soviet de Bakú) que el pueblo de Artsaj tenía el derecho absoluto a su autodeterminación. Previamente, el Kavbiuro, organización bolchevique creada en abril de 1920, había respaldado la decisión de que Artsaj, Zanguezur y Najichevan pasaran a formar parte de Armenia.Dos días más tarde esta decisión fue anulada. Esta posición, atribuida a Stalin, se mantuvo a pesar de las protestas del Partido Comunista Armenio.

Una vez consolidado el poder soviético en la región, Artsaj, con 92% de población armenia, fue entregado como región autónoma a la administración de Azerbaiyán.

Los armenios no se conformaron con la decisión y cada vez que hubo oportunidad reclamaron por el derecho a la autodeterminación de la región.

Sobre el final de la URSS, en febrero de 1988, en el marco de la glasnost y la perestroika, el Consejo de la Región Autónoma del Karabaj Montañoso (Artsaj) proclamó su decisión de separarse de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán pidiendo su unificación a la República Socialista Soviética de Armenia, permaneciendo dentro de la URSS.

La decisión del Consejo fue acompañada por manifestaciones tanto en Stepanakert como en Ereván.

La respuesta de Azerbaiyán fueron pogromos organizados en las ciudades de Sumgait y Bakú contra los armenios. Las relaciones se tensaron en las dos repúblicas. La resolución del gobierno central soviético se demoró; finalmente acabó por ignorar el derecho a la autodeterminación del pueblo de Artsaj.

Para entender los posicionamientos de los británicos y de los bolcheviques (pre y posperestroika) es necesario tener en cuenta que la República de Azerbaiyán dispone de yacimientos petrolíferos de importancia estratégica en la región.

Implosión de la URSS

Ante la implosión de la Unión Soviética y el resurgimiento de los nacionalismos se sucedieron eventos históricos dramáticos. Las ex repúblicas de la Transcaucasia, Georgia, Azerbaiyán y Armenia declararon su independencia de la URSS el 9 de abril, el 30 de agosto y el 21 de setiembre de 1991, respectivamente. Ante esta situación, el Parlamento de la Región Autónoma del Karabaj Montañoso (Artsaj), de mayoría armenia, declaró su independencia de la República de Azerbaiyán el 2 de setiembre de 1991 (es decir, tres días después de la declaratoria de Azerbaiyán). Esta decisión del Parlamento fue ratificada por un referéndum el 10 de diciembre de 1991. Se comenzó a dar la voz a los directamente interesados a través de una consulta popular, basándose en el derecho internacional a la autodeterminación de los pueblos.

Esta declaración de independencia provocó la guerra que se prolongó hasta 1993 cuando el ejército armenio, con el apoyo del ejército ruso, resultó victorioso conquistando no sólo Artsaj, sino tierras a su alrededor que aseguraban la protección de sus fronteras. Azerbaiyán perdió así una séptima parte de su territorio, lo que provocó una crisis interna en su gobierno. Rusia jugó un rol decisivo en el resultado de esta confrontación apoyando a Armenia, su aliado estratégico en la región, en contra de los intereses azeríes que buscaban alianzas con Occidente. Se firmó un alto al fuego y se conformó un grupo de mediación (Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) copresidido por Rusia, Francia y Estados Unidos.

Azerbaiyán y Turquía decretaron un bloqueo de sus fronteras con Armenia que persiste hasta el día de hoy y que le ha acarreado serios perjuicios económicos.

Desde 1993 hasta el pasado mes de setiembre, el avance de la mediación fue prácticamente nulo. Nagorno-Karabaj, que se autoproclamó República de Artsaj, no recibió durante este período el reconocimiento de la comunidad internacional en tanto estado libre e independiente. Durante este tiempo se produjeron enfrentamientos de breve duración o acciones militares aisladas que eran indicadores de que la situación no estaba solucionada y de que la tensión persistía.

Los acontecimientos recientes

El 27 de setiembre pasado, Azerbaiyán relanzó una ofensiva militar de gran escala sobre la frontera de Artsaj, apoyado política y militarmente por Turquía, con la participación de mercenarios traídos por este país desde otras partes del mundo en conflicto (principalmente Siria y Libia). El ejército de defensa de Artsaj enfrentó a un enemigo superior en potencial armamentístico y en efectivos en el campo de batalla. Rusia, a pesar de la intervención directa de Turquía, jugó un rol de observador, no participando directamente en el conflicto.

Se firmaron tres acuerdos de cese al fuego por razones humanitarias: en Moscú, en París y en Washington, respectivamente. Los tres fueron violados por Azerbaiyán aprovechando su superioridad militar en el terreno.

Las sucesivas derrotas militares armenias obligaron al primer ministro Nicole Pashinyan a la firma de un acuerdo de alto al fuego a partir de las cero horas del 10de noviembre, que implicó la aceptación de las condiciones planteadas por el presidente de Azerbaiyán. La ciudad de Shushí había caído en manos azeríes pocas horas antes. Shushí es una ciudad histórica y emblemática para el pueblo armenio, clave desde el punto de vista estratégico ya que se encuentra en una altura dominante, a 12 kilómetros de Stepanakert, la capital de Artsaj.

El acuerdo de alto al fuego con la rendición armenia fue mediado por Rusia. Entre sus nueve puntos dados a conocer, Armenia debe devolver a Azerbaiyán el territorio conquistado en la guerra de 1991-1993, se instala una fuerte presencia militar rusa en la zona «para el mantenimiento de la paz», las fuerzas armenias deben retirarse de Artsaj, se dará lugar al regreso de los desplazados y refugiados bajo el control de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, entre otros puntos.

Este acuerdo provocó una crisis interna en el gobierno de Armenia, con manifestaciones en Ereván, su capital, pidiendo la renuncia de Pashinyan.

En el balance quedan miles de jóvenes soldados muertos de uno y otro lado, víctimas civiles de uno y otro lado, la destrucción de estructuras civiles, miles de refugiados (se estiman unos 15.000) y un importante revés para el gobierno de Pashinian, con riesgos de inestabilidad.

Conclusiones

Lo primero a señalar es que el territorio en disputa fue históricamente habitado por una mayoría de población de origen armenio. Si bien la región fue administrada por distintos imperios, no formó parte de la República de Azerbaiyán hasta que su administración le fue concedida arbitrariamente primero por los británicos, después por los bolcheviques, y por la comunidad internacional.  Se ignora así el derecho a la autodeterminación de los pueblos expresado en las urnas. Cuando el pueblo de Artsaj pudo expresar su opinión a través de elecciones, eligió su unidad con Armenia. Ello poco importó a Rusia, a Occidente y a la comunidad internacional: la República de Artsaj nunca obtuvo el reconocimiento de otros estados. Es evidente que esta decisión está regida por intereses económicos ante las reservas energéticas que posee Azerbaiyán; ello pone en peligro la existencia misma de la población armenia.

¿Quiénes salen favorecidos de este conflicto? Fundamentalmente Ilham Aliyev, que consolida su poder dinástico y recupera territorios que se habían perdido en la guerra de los 90. La otra ganadora es la Federación de Rusia, que incrementa sustancialmente su presencia militar en la zona por un período de varios años. La oposición y algunos analistas de Azerbaiyán consideran que después de mucho tiempo los rusos vuelven a tener importante presencia militar en la región. Además, Rusia se impone como mediadora por encima de las potencias occidentales y afianza su influencia en el Cáucaso Sur.

Se desconocen los pormenores de los acuerdos entre Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan. Turquía logra la victoria de su «protegido» (Azerbaiyán), aunque parece obtener apenas el derecho a un monitoreo del acuerdo.

No es preciso señalar que la parte derrotada es la armenia. No sólo se perdieron los territorios que pretendían garantizar la seguridad y obtener la paz definitiva, sino que vuelve a presentarse el miedo a la limpieza étnica y a la destrucción de monumentos históricos y religiosos de los que se tiene memoria y recuerdos recientes.

La parte derrotada es la armenia. No sólo se perdieron los territorios que pretendían garantizar la seguridad y obtener la paz definitiva, sino que vuelve a presentarse el miedo a la limpieza étnica.

¿Por qué en esta ocasión Rusia no apoyó a Armenia, su aliado estratégico? La historia quizás nos ayude en un futuro a comprender la posición de Rusia, pero Armenia y la armenidad tal vez tengan algo que aprender de esta derrota. En una categoría de análisis centro-periferia, Armenia se ubica en tanto país en la periferia y su aliado histórico de centro ha sido Rusia. Como lo hemos señalado más arriba en este artículo de opinión, las potencias occidentales han demostrado a lo largo de la historia su indiferencia frente a la suerte del pueblo armenio. En otras ocasiones han intentado inmiscuirse en la problemática de pueblos del Cáucaso (Chechenia, Abjasia, etcétera). Una vez más, Rusia ha demostrado que es el «patrón» de la región y no les ha permitido ejercer la influencia que se proponían. Lo mismo acaba de suceder en el conflicto de Artsaj.

En relación con el «gran hermano» Rusia, la historia también ha demostrado en diferentes ocasiones que sus intereses como potencia están antes que el derecho de los pueblos. En este caso, esto se verifica en relación con el pueblo armenio.

No ha importado el derecho a la autodeterminación de una región autónoma de mayoría armenia que, amparada en la Constitución de la URSS, ejerció el derecho a expresarse y declararse independiente cuando se les dio voz a las clases subalternas.

Para los que dominan el mundo, se trata apenas de un peón más a utilizar en el ajedrez de la geopolítica regional e internacional, ya sea apoyando a ese peón porque resulta útil en el tablero, ya sea sacrificándolo porque hay otras piezas del tablero que interesa fortalecer.

Tal vez los armenios deban preguntarse: ¿qué significado tienen la categoría «libre» e «independiente» con la cual hoy adjetivamos a la actual República de Armenia? ¿Se podrán preservar la libertad y la independencia? ¿Tendrán algún valor si no logramos construirlas en base a la tolerancia, a la comprensión y al respeto mutuo con otros pueblos con los que Armenia está obligado a convivir? ¿Estarán esos otros pueblos dispuestos a transitar el camino del derecho a la autodeterminación y de respeto mutuo? ¿La guerra será el único camino posible en el futuro de estos pueblos?

Carlos Ketzoian es médico neurólogo, docente honorario del Instituto de Neurología, estudiante de la Licenciatura en Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar. Hovhannés Bodukian es filólogo, egresado de la Universidad Estatal de Ereván, magíster en lengua y literatura armenia, y es docente del Centro de Lenguas Extranjeras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar.