CHRAKAN (Artsaj ocupado) – El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, realizó este miércoles una visita oficial al distrito de Chrakan (Jabrayil), en el territorio de Artsaj actualmente bajo ocupación azerbaiyana.
Durante el acto en la aldea de Khorovlu, Aliyev entregó llaves de viviendas a familias reubicadas como parte del programa estatal denominado “Gran Retorno”.
En su discurso, Aliyev declaró:
“Hay que creer en la justicia y garantizarla… Nuestro pueblo creyó en la justicia y la alcanzó. Somos los dueños de estas tierras. Expulsamos al enemigo de nuestras tierras y hoy construimos una vida hermosa”.
El evento fue difundido ampliamente por los medios oficiales de Bakú como símbolo del “renacimiento” en los territorios ocupados. Según la agencia estatal AZERTAC, el mandatario anunció además nuevos proyectos de infraestructura y desarrollo en la zona, considerada por el régimen azerbaiyano como parte esencial de su “restauración territorial”.
Sin embargo, detrás de los discursos triunfales y las ceremonias cuidadosamente escenificadas, se oculta una realidad de desplazamiento forzado y destrucción cultural. Más de 100.000 armenios fueron expulsados de Artsaj tras la ofensiva de septiembre de 2023, en lo que organizaciones internacionales calificaron como una limpieza étnica planificada.
Las aldeas y ciudades de Artsaj, como Shushi, Hadrut, Martuní y Stepanakert, permanecen bajo control militar, con acceso restringido a observadores y organismos humanitarios.
El discurso de Aliyev en Chrakan no es un acto de justicia, sino una escenificación del despojo. Al proclamar que “expulsaron al enemigo”, el régimen de Bakú celebra la erradicación de una presencia milenaria, mientras reconstruye sobre los cimientos vacíos de las aldeas armenias arrasadas.
Las llaves que Aliyev entrega hoy simbolizan algo más que nuevas viviendas: son el intento de sellar el olvido, de sustituir una cultura por otra, de borrar la memoria de un pueblo entero.
El poder que habla de “vida hermosa” en territorios vaciados por la fuerza pretende legitimar lo ilegítimo. No hay belleza en la injusticia, ni renacimiento posible sobre las ruinas del exilio.
Mientras el mundo calla, en Artsaj se continúa reconstruyendo la ocupación con rostro de progreso. Y en Chrakan, cada piedra nueva recuerda —a quien quiere ver— que aún no se ha hecho justicia.