En la conferencia internacional “Seguridad Integral y Resiliencia 2025”, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinian, afirmó que la estrategia de legitimidad resulta esencial tanto para las reformas del ejército como para la seguridad del país.
“El concepto de un ejército fuerte siempre ha guiado a la Tercera República. Pero debemos preguntarnos: ¿qué significa realmente un ejército fuerte?, ¿más fuerte que uno, dos o tres adversarios hipotéticos? ¿Y qué ocurre si uno de ellos cuenta con aliados mucho más poderosos? En ese caso, ¿nuestras estrategias se vuelven nulas?”, señaló.
Pashinian subrayó que es fundamental definir con claridad la misión de las fuerzas armadas:
“El ejército de Armenia no tiene tareas fuera del territorio reconocido internacionalmente. Su función es garantizar la defensa de ese territorio”.
Según el primer ministro, esta definición estratégica ya trajo resultados concretos:
“Antes, los mercados de adquisición de armas para Armenia estaban muy limitados. Hoy prácticamente no tienen restricciones. Esos límites desaparecieron gracias a la estrategia de legitimidad”, afirmó.
También destacó que la seguridad del país no puede depender únicamente de las fuerzas armadas:
“Si el ejército es la primera herramienta de seguridad, entonces no tenemos seguridad. El ejército debe ser la última. No advertimos qué carga hemos puesto sobre los hombros del soldado. Si queremos que el soldado nos defienda, debemos ser los primeros en defenderlo”.
En su discurso, Pashinian explicó nuevamente su decisión de reconocer la integridad territorial de Azerbaiyán:
“Lo hice para garantizar el reconocimiento de la integridad territorial de Armenia. No había otro camino”.
Agregó que la legitimidad de la seguridad nacional se reforzó con el acuerdo de paz inicial firmado el 8 de agosto en Washington:
“Este documento está subestimado. Es el primer acuerdo bilateral entre Armenia y Azerbaiyán, ratificado en ambos países y con plena fuerza legal”.
En un pasaje de fuerte carga simbólica, Pashinian se refirió al escudo nacional de Armenia, que incluye la imagen del Monte Ararat, hoy en territorio turco:
“Imaginemos que cada mañana vemos en la pared renovada de nuestro vecino un dibujo que expresa la idea de que no merecemos vivir en nuestra propia casa. Eso irrita y genera conflictos. Lo mismo ocurre con ciertos símbolos que mantenemos”.
Pashinian admitió que muchas de las medidas adoptadas generan rechazo inmediato:
“Hoy tomamos decisiones que no provocan aplausos, pero nuestra tarea no es garantizar una paz aparente que estalle dentro de diez años. Nuestra obligación es asegurar la existencia del Estado armenio dentro de sus fronteras legítimas durante siglos. Aunque hoy nos llamen traidores, lo importante es que dentro de 50 o 100 años Armenia siga siendo un Estado”.