La política estatal coordinada y decidida que lleva adelante la “República de Azerbaiyán” en el territorio temporalmente ocupado de Artsaj está creciendo exponencialmente. La escala de la destrucción total de los asentamientos y barrios poblados por armenios aumenta día a día con el uso de maquinaria pesada y equipo militar. El objetivo principal de esta política no es simplemente eliminar la presencia física de la población armenia, sino borrar por completo los rastros de su patrimonio material, cultural e histórico, transformando Artsaj en un territorio “liberado” según la narrativa azerbaiyana. Así lo informa Hovik Avanesov, Defensor del Pueblo para el Patrimonio Cultural de las Tierras Altas de Armenia.
La aldea de Sargsashen, en la región de Martuni, se ha convertido en otra víctima de esta política. El análisis de imágenes satelitales muestra que la aldea, ocupada por la alianza terrorista turco-azerbaiyana en 2020, sufrió una extensa destrucción durante la guerra desatada, según datos de 2021, 2024 y 2025. Las imágenes satelitales indican una destrucción completa y sistemática. Sargsashen, con sus casas, calles y estratos históricos, ha sido prácticamente destruida.
Este es un ejemplo de la estrategia general de vandalismo estatal que se lleva a cabo en el territorio de Artsaj. Decenas de pueblos y ciudades fueron destruidos total o parcialmente, con el objetivo de borrar por completo su patrimonio cultural, histórico y civilizacional. Entre estos lugares se encuentran el heroico Karintak en la región de Shushi, Mokhrenes en la región de Hadrut, Mariamadzor, Tsamdzor, Taghut-Taghot y la comunidad de Arakel con su Dzoragyugh. Todos estos asentamientos no sólo están siendo destruidos físicamente, sino que también están siendo borrados como portadores de memoria cultural.
Aquí ya no hay lugar para la duda. En Artsaj está teniendo lugar uno de los mayores genocidios culturales, no sólo del siglo XXI, sino de la historia de la humanidad. No se trata sólo de pérdidas humanas o de la devastación de la guerra. "Se trata de una destrucción sistemática y planificada de la cultura y la civilización, que debería considerarse una violación del derecho internacional y merece una respuesta dura de la comunidad mundial", escribió.